domingo, 10 de octubre de 2010

Henry Miller



Un saludo...Gracias por entrar en este nuestro taller

domingo, 3 de octubre de 2010

Cavafis

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MUY RARAMENTE
Es un anciano. Agotado y giboso,
estragado por los años, y por intemperancias,
con paso lento atraviesa la calleja.
Y sin embargo cuando entra a su casa para ocultar
...su ruina y su vejez, considera
la parte que él aún posee en la juventud.
Adolescentes ahora los versos suyos recitan.
Por los vivaces ojos de éstos pasan las visiones suyas.
Sus espíritus sanos, voluptuosos,
sus cuerpos armoniosos, firmes,
se conmueven con su propia expresión de la Belleza.


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ÍTACA

Cuando salgas en el viaje, hacia Ítaca
desea que el camino sea largo,
pleno de aventuras, pleno de conocimientos.
...A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al irritado Poseidón no temas,
tales cosas en tu ruta nunca hallarás,
si elevado se mantiene tu pensamiento, si una selecta
emoción tu espíritu y tu cuerpo embarga.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
y al feroz Poseidón no encontrarás,
si dentro de tu alma no los llevas,
si tu alma no los yergue delante de ti.
Desea que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas estivales
en que con cuánta dicha, con cuánta alegría
entres a puertos nunca vistos:
detente en mercados fenicios,
y adquiere las bellas mercancías,
ámbares y ébanos, marfiles y corales,
y perfumes voluptuosos de toda clase,
cuanto más abundantes puedas perfumes voluptuosos;
anda a muchas ciudades Egipcias
a aprender y aprender de los sabios.
Siempre en tu pensamiento ten a Ítaca.
Llegar hasta allí es tu destino.
Pero no apures tu viaje en absoluto.
Mejor que muchos ...

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VUELVE
Vuelve a menudo y tómame,
amada sensación, vuelve y tómame -
cuando del cuerpo la memoria se despierta,
y un antiguo deseo vuelve a pasar por la sangre;
...cuando los labios y la piel recuerdan
y las manos sienten como que tocan otra vez.
Vuelve a menudo y tómame en la noche,
cuando los labios y la piel recuerdan...

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LAS VENTANAS
En estas oscuras piezas, donde paso
días agobiantes, voy y vuelvo arriba abajo
para hallar las ventanas. -Cuando se abra
una ventana habrá un consuelo- .
...Mas las ventanas no están, o no puedo
encontrarlas. Y mejor quizás que no las halle.
Acaso la luz sea un nuevo tormento.
Quién sabe qué cosas nuevas mostrará.


Un saludo...Gracias por entrar en este nuestro taller

Raul ornelas

Me muero de ganas por tener algo que ver contigo?
Me muero de ganas por tener algo que ver contigo
Me muero de ganas por decirte cosas al oído
Por tocarte i morderte los pies
Por besarte en el ombligo

Me muero de ganas por sentir tu cuerpo junto al mío
Me matan las ganas por vivir y por morir contigo
En donde los sueños no tengan final
En donde la luna nos pueda tocar
En donde no exista ni un golpe de vista
Que araña la libertad

Piérdete conmigo que te llevare amor mío
Mas allá de lo debido
Donde nada es igual
Donde esta lo desconocido

Piérdete conmigo que te enseñare amor mío
Un manual de lo prohibido
Un amor sin final
El amor que siempre has querido

Me muero de ganas por tener mucho que ver contigo
Me matan las ganas por que vengas a vivir conmigo
En donde los sueños no tengan final
En donde la luna nos pueda tocar
En donde no exista ni un golpe de vista
Que araña la libertad

Piérdete conmigo que te enseñare amor mío
Un manual de lo prohibido
Un amor sin final
El amor que siempre has querido
Un amor sin final un amor de verdad
El amor que siempre has querido
El que siempre has querido..


Un saludo...Gracias por entrar en este nuestro taller

Serguei Esenin


CONFESION DE UN GOLFO

No todos saben cantar,
No todos saben ser manzana
Y caer a los pies de otro.
Esta es la suprema
Confesión de un granuja.

Ando intencionalmente despeinado,
Con la cabeza como una lámpara a petróleo.
Me gusta alumbrar en las tinieblas
El otoño sin hojas de vuestros espíritus.
Me gusta que las piedras de los insultos
Caigan sobre mí como granizo vomitado por la tormenta.
Entonces es cuando aprieto con más fuerza
El globo oscilante de mi cabezota.

Con qué nitidez recuerdo entonces
La laguna cubierta de hierba y la voz ronca del aliso
Y que en algún lugar viven mi padre y mi madre.
Mis versos les importan un comino,
Pero me quieren como a un campo, como a la carne de su carne,
Como a la buena lluvia que en primavera ayuda a salir a los brotes.
Ellos les clavarían a ustedes sus horquetas
Cada vez que me lanzan una injuria.

¡Pobres, pobres campesinos!
Seguramente están viejos y feos
Y siguen temiendo a Dios y a los espíritus del pantano.
¡Si sólo pudieran comprender
Que su hijo
Es el mejor poeta de Rusia!
¿Acaso sus corazones no temían por él
Cuando se mojaba los pies en los charcos del otoño?
Ahora anda de sombrero de copa
Y con zapatos de charol.

Pero con el mismo espíritu juguetón de antes.
De aldeano travieso.
Desde lejos saluda con una gran reverencia
A las vacas pintadas en los letreros de las carnicerías.
Y cuando se cruza con los coches de la plaza,
El olor del estiércol lo remonta a los campos de su tierra
Y está dispuesto a sostener en el aire la cola de cada caballo
Como si fuese la cola de un traje de novia.

Amo mi tierra.
¿La amo con locura!
Aunque sobre ella caiga toda la tristeza y el moho de los sauces.
Gozo con los hocicos inmundos de los cerdos
Y con las notas estridentes de los sapos en el silencio nocturno.
Estoy enfermo de los recuerdos de infancia,
Sueño con la niebla y con la humedad de las tardes de abril,
Cuando nuestro arce se puso en cuclillas
Para calentarse los huesos en la hoguera del crepúsculo.
¡Trepando de rama en rama,
Cuántos huevos no robé de los nidos de las cornejas!
¿Seguirá siendo el mismo de antes, con su copa verde?
¿Tendrá todavía la corteza tan dura?

¿Y tú, mi querido perro fiel
Overo?
La vejez te ha puesto gruñón y ciego
Y vas de un lado a otro del patio arrastrando tu cola caída.
Tu nariz no distingue ya el establo de la casa.
Cuánto no significan para mí nuestras pillerías de antaño
Cuando le robaba pan a mi madre
Y lo comíamos entre los dos, mordiéndolo por turno
Sin sentir repugnancia.

Soy siempre el mismo,
Mi corazón es siempre el mismo.
Los ojos florecen en el rostro como los azulíes en el trigo.
Y yo, extiendo las esteras doradas de mis versos
Quiero decirles a ustedes
Mis palabras más tiernas.

¡Buenas noches a todos!
¡Buenas noches!
Rozando por última vez la hierba del crepúsculo
Ha enmudecido la guadaña de la aurora.
Y siento unas ganas locas
De mear a la luna desde la ventana.
¡Luz azul, en este azul profundo
Ni siquiera la muerte me importa!
¡Que importa que yo parezca un cínico
Con un farol colgando del trasero!
Viejo, buen y supercabalgado Pegaso,
¿Qué falta me hace a mí tu trote blandengue?
Yo he venido como un severo maestro
A cantar y a ensalzar a las ratas.
Como agosto, vierte
Mi cabeza el vino espumoso de mis cabellos.

Yo quiero ser ese amarillo
Que nos lleva al país que navegamos.

*****
HASTA PRONTO AMIGO MÍO....
Manuscrito escrito con sangre que se encontró
en la habitación donde Sergei Esenin se suicidó


Hasta pronto, amigo mío, hasta pronto,
querido mío, te llevo en el corazón.
La separación predestinada
promete un nuevo encuentro.
Hasta pronto, amigo mío, sin gestos ni palabras,
no te entristezcas ni frunzas el ceño.
En esta vida el morir no es nuevo
y el vivir, por supuesto, no lo es.
*****

ESTOY CANSADO…
Estoy cansado de vivir en mi país natal,con la nostalgia de las extensiones de trigo negro;dejaré mi choza,partiré como un vagabundo y un ladrón…

Volveré a la casa paternaa regocijarme con el júbilo ajeno.Y en una noche verde, bajo la ventana,con la manga de mi camisa me ahorcaré.

Los sauces de plata contiguos a la cercainclinarán sus cabezas con mayor dulzura aún.Y sin lavarme, sin el menor ritual,se me enterrará bajo los aullidos de los perros.

La luna continuará bogando por el cielo,perdiendo sus remos en el agua de los lagos;y Rusia siempre será la misma,danzando y llorando alrededor de las empalizadas.

*****
SIN LAMENTOS
Sin quejas, ni lamentos ni llantos
como el humo a través del florido manzano
hasta mí llegó la marchitez dorada
ya no seré más joven y lozano.
Ya no lates con la fuerza de antes
mi corazón tocado por el hielo
y caminar descalzo por el bosque
ya no es una ilusión, no es un anhelo.
El deseo de aventura cada vez es menor
y el fuego de los labios ya se ha ido
¡oh mi joven y lejano frescor
mis antaños pletóricos sentidos!
Ahora son escasos mis afanes
¿he vivido mi vida o la he soñado?
Es como si en un alba primaveral
galopé sobre un caballo rosado.
Nuestro destino es frágil y finito
el cobre de las hojas lento emana
por todos los siglos sea bendito
lo que florece hoy para morir mañana.
*****

ESTOY CANSADO DE VIVIR EN MI TIERRA…

Estoy cansado de vivir en mi tierra.
Fatigado por la vasta llanura de trigo
sarraceno, abandonaré mi cabaña,
me marcharé, y seré vagabundo y ladrón.
Con los rizos blancos del día
buscaré un paradero miserable.
Y, pensando en mí, mi amigo querido
afilará la navaja de su bota.
El camino amarillo del prado
se envolverá con sol y primavera,
y aquélla cuyo nombre guardo
me expulsará del umbral.
Y de nuevo volveré a la casa del padre,
me consolaré con ajena alegría
y una tarde verde, bajo la ventana,
me colgaré de mi propia manga.
Al pie del cercado los sauces canosos
amorosamente inclinarán sus copas,
y me enterrarán sin lavar
bajo el ladrido de los perros.
Navegará la luna, navegará,
y dejará caer sus remos en los lagos.
Y Rusia vivirá como antes
bailando y llorando al pie del cercado.



*****

LAS ESTRELLAS ¡Las pequeñas estrellas de las estrellas, usted está tan alto y tan claro!
¿Qué usted ha conseguido en usted, tan fascinando?
Las estrellas, profundas en pensamiento, así que discretas usted aparece,
¿Qué la energía a que las marcas usted están tentando tan?
¡Las estrellas, pequeñas estrellas, usted es tan denso y tan sólido!
¿Cuál es ese le hace tan grande y fascinando?
Cómo puede usted, los cuerpos divinos, producirlo:
¿Revolvimiento de una sed y de un deseo para aprender?
Porqué, como usted brille, son usted agradable y la invitación
¿En sus brazos abiertos de par en par, el instante?
Satisfaciendo el corazón, tan benigno y tentando,
¡Estrellas divinas, tan telecontrol y tan distante!


*****

EL OTOÑO


Hay calma en el enebral espeso.
El otoño, potro taheño, peina su crin;
sobre la orilla del río suena
el retín azul de sus herraduras.
El viento, ermitaño de paso cauteloso,
aplasta la hojarasca en el camino
y en una mata de serbal besa
las llagas rojas de un Cristo invisible.


*****

SÓLO ME QUEDA UNA DIVERSIÓN...
Sólo me queda una diversión:
los dedos en los labios y un alegre silbido.
Ya se ha esparcido mi mala fama
de peleador y escandaloso.
¡Qué ridícula mala fama!
Hay muchas caídas tontas en la vida.
Me avergüenzo de haber creído en Dios,
y me entristezco de no creer ahora.
¡Remotas lejanías doradas!
Todo arde en la rutina cotidiana.
Si blasfemé y fui escandaloso
fue para arder con mayor fulgor.
Acariciar y fustigar es el don del poeta
lleva sobre sí un signo fatal.
Yo quise enlazar sobre este mundo
a la rosa blanca y el sapo negro.
¡Qué importa no se hayan realizado
estos designios de los días buenos!
Si los demonios anidaron en mi espíritu
es porque los ángeles vivían en él.
Por estos alegres desvaríos,
yo quisiera en el postrer instante
antes de partir hacia otras comarcas
pedir a todos los que me acompañen
que por mis pecados mortales,
por no creer en el paraíso,
con mi camisa rusa me amortajen
y bajo los astros me dejen expiar.


El poeta ruso Serguei Esenin nació el 21 de septiembre de 1895 (3 de octubre del antiguo calendario), en el seno de una familia campesina domiciliada en la aldea de Konstantinov, distrito de Kuzminski (actualmente distrito Ribnoski, provincia de Riazan), una de las provincias más aisladas de Rusia.


En 1909, una vez finalizada la escuela primaria, sus padres decidieron matricularlo en la escuela religiosa de Spas-Kliepik, situada a unos 30 kilómetros de Konstantinov. Una vez graduado, Esenin se examinó para ingresar en una escuela religiosa de magisterio junto con algunos de sus antiguos compañeros; otros, unos pocos, continuaron con la escuela secundaria; algunos más, siguieron en distintos seminarios. La mayor parte de ellos, sin embargo, se trasladó a la ciudad, convirtiéndose en obreros.


Durante los tres años que duró su asistencia a la escuela de magisterio, cada día, mañana y tarde, esencialmente los días de fiesta y con la asistencia del maestro de turno, los alumnos debían asistir a los oficios religiosos en la iglesia próxima a la escuela.
Ningún maestro se preocupaba de su formación, de tal suerte que ésta corría por su cuenta. No sólo no había biblioteca, sino tampoco libros de lectura, excepto los manuales imprescindibles. Solicitaban los libros de lectura en la biblioteca de la escuela primaria que se encontraba a dos kilómetros de donde estudiaban.

Por la noche, cuando estaba fatigado de estudiar, leía poesías de Pushkin, Lermontov y otros poetas, y después les leía a sus compañeros algunas de sus primeras composiciones poéticas. Fue un poeta dotado y muy precoz. Escuchaba a los poetas populares errantes y repetía sus canciones, a la vez que componía las propias. Se unía a los peregrinos para visitar las catedrales, admirar los íconos, haciendo ya entonces una vida de vagabundo.


Cantaba sus poemas a los peregrinos que esperaban el tren agrupados en una pequeña estación. En una ocasión conmovió en tal forma a una de esas almas vagabundas, que lo hizo llorar; un viejo se salió del grupo, y aproximándose al poeta, tembloroso de alegría, desanudó el pañuelo que le servía de monedero y sacó de él cincuenta kopeks, toda su fortuna para el camino, que obligó a Esenin a aceptar.


Era entonces un muchacho apuesto de cabello rubio, crespo, rizado y expresivos ojos azules, tremendamente temperamental y vivo.


Amplios sectores campesinos de aquella depauperada Riazán habían comenzado a ser ganados por las ideas revolucionarias, llegando el eco, incluso, hasta algunos grupos estudiantiles.


En la aldea de Kuzminski, vecina de Konstantinov, vivían dos hermanos Iván y Esteban Klemenov, quienes pasarían a la historia como saboteadores del zarismo y los terratenientes. Iván Klemenov recuerda precisamente a Esenin en su autobiografía, recordándolo como uno de sus maestros.


En el otoño de 1912, Esenin se traslada a Moscú y vive allí con su padre en una residencia destinada a los dependientes del almacén Krilov. Alexander Esenin consiguió colocar a su hijo en las oficinas del almacén. Pero bien pronto el poeta empezó a abandonar el trabajo apenas el jefe desaparecía de su vista, conducta que lo llevó a reñir con su padre y a alejarse de él poco tiempo después. Una vez sin trabajo, Esenin decidió regresar a su aldea meses más tarde.

En marzo de 1913, y encontrándose de nuevo en Moscú, se empleó en la tipografía de I.D. Sitin, como ayudante del corrector de pruebas. Con razón Lunatcharski escribiría más tarde que Esenin llegó de la aldea no como aldeano, sino en cierta forma, como un exponente de la inteligencia campesina. En modo alguno tenía la apariencia de un campesino, ataviado con su vestido color castaño, cuello almidonado y corbata amarilla. Su cabello rizado le daba un cierto aspecto de fascinante coquetería. Por otro lado, su ánimo era el de alguien hondamente abatido. Su padre le reñía constantemente, reprochándole que no se ocupara de cosas más prácticas que escribir versos. Todo su tiempo lo ocupaba en leer, empleando alocadamente su sueldo en comprar libros y revistas.


Continuó en la tipografía de Sitin hasta mediados de mayo de 1914 y en septiembre de ese mismo año ingresó en la tipografía Chernichev, donde trabajaba de ocho de la mañana a siete de la tarde, y por tanto le era casi imposible dedicarse a leer y escribir. En diciembre decide abandonar el trabajo y dedicarse por entero a la poesía, escribiendo infatigablemente. En enero comenzaron a publicarse sus poemas en varias revistas.


La agitación revolucionaria que cundía por el país habría de influir, naturalmente, sobre la juventud. Sobre la influencia que tales inquietudes dejaron sobre Esenin, ha quedado testimonio en las cartas dirigidas por éste, desde Moscú, a su compañero de estudios en Spas-Kliepik, Grigory Panfilov. Esenin no sólo participó en el ambiente político reinante (incluso durante su permanencia en la tipografía de Sitin) sino que llegó a padecer los registros de la policía. Me siento atontado. Una tristeza brutal se agazapa en mí. Ya el verano se extingue con sus rayos dorados y yo no puedo verlo, escondido como estoy detrás de las paredes de la tipografía. Donde quiera que mires, la mirada tropieza con fríos muros y sólo vemos edificios grises sobre una calzada salpicada aún con la sangre de los sacrificados de 1905, escribe el poeta a su amigo Panfilov.


Es suficientemente conocida la importancia literario-musical que sobre la formación de Esenin tuvo el círculo literario del poeta campesino Surikov. Este círculo tenía entre sus miembros a escritores noveles y poetas venidos del campo. En los comienzos de la primera guerra mundial, sus miembros imprimirían el diario El amigo del pueblo. Para esta publicación Esenin escribió su poema “Papamoscas”, secuestrado antes que viera la luz, sin que haya sido conservado. Desde el punto de vista político, el círculo de Surikov mostraba un aspecto bien abigarrado. Allí participaban eseristas, mencheviques e incluso algunos bolcheviques.


La agitación revolucionaria que conmovía al país, se reflejó en Esenin, que ya había compartido las inquietudes políticas de los obreros de la tipografía Sitin. Esenin llegó a distribuir propaganda entre ellos y a participar en mitines, lo que motivó que fuera puesto bajo vigilancia policial.


Esenin asiste por aquellos días a la Universidad Popular de Shaniavski, primera institución a la cual se podía asistir libre y gratuitamente. Allí estudiaron muchos coetáneos de Esenin, por ese entonces apenas iniciados en las tareas literarias, tales como I. Filipchenko, V. Nasiedkin, N. Kolokolov, S. Malashkin, D. Simionovski, B. Sorokin y otros.
De esta manera Esenin se vinculó al movimiento obrero y cultural en plena ebullición. Pero no será ni de la ciudad en plena agitación y mucho menos del movimiento revolucionario de donde el poeta extraiga los motivos fundamentales de su verso. Más allá de las imágenes que le propone el medio circundante, su poesía estará motivada por el universo patriarcal de su infancia.


Las publicaciones en donde Esenin logra insertar sus primeros trabajos en 1914, no gozaban de mucho eco. Adaptándose muchas veces al nivel de dichas revistas, Esenin estaba lejos de publicar en ellas sus mejores poemas, como pueden atestiguarlo “El sueño de la campana” y “Oración por la madre”, de clara inspiración religiosa.


El medio literario frecuentado por Esenin se componía, en su mayoría, de obreros y campesinos autodidactas procedentes del círculo de Surikov, sin ningún talento poético especial, lo que terminó disgustándole profundamente, consciente como era de su propio talento y de la posibilidad que tenía de conquistar un primer puesto en la vida literaria. Pero las revistas más prestigiosas de Moscú lo ignoraban por completo.


Esenin decide entonces probar suerte en San Petersburgo. Su proyecto, de sufrir un nuevo fracaso, era partir hacia Revel, donde vivía un tío suyo y emplearse allí como obrero. Pero sucedió lo contrario: en unas cuantas semanas Esenin se convirtió en la estrella de los más influyentes y refinados círculos literarios de San Petersburgo. Y si en la víspera el poeta no encontraba dónde instalarse, atormentado por la posibilidad de pedir ayuda a su padre, se encuentra de pronto convertido en el poeta de moda y mimado de revistas y salones. La vida entera de Esenin cambia a partir de este momento.


En carta dirigida a Romain Rolland, Gorki trazó un retrato excepcionalmente vívido del Esenin de aquellos años: “Yo vi a Esenin inmediatamente después de su llegada a la ciudad; de baja estatura, bien formado, pelo claro, rizado, vestido igual que el Vania de La vida por el zar, de ojos azules y limpísimos como Lohengrin, así era él. Y la ciudad lo recibió maravillada, igual que el glotón las fresas de enero. Se comenzó a elogiar su poesía, excesiva e insinceramente como suelen hacerlo los envidiosos e hipócritas. Tenía 18 años entonces y al llegar a los 20 comenzó a adornar sus rubios cabellos con un bombín de moda que le daba el aire de un dependiente de pastelería”.


El poeta se convirtió, pues, en el invitado especial de diferentes salones, ya a la torre de V. Ivanov, ya al salón de Hippius, y Merezhovski o al de los condes Kleimnigel o, en fin, a muchos otros salones conocidos por su mundanidad. Pero Esenin, con la sagacidad propia del campesino, captó de inmediato los motivos de aquellas invitaciones y cuál era el precio que se le exigía a cambio para entrar a formar parte de los medios culturales de San Petersburgo. Había, por tanto, que aceptar las reglas de juego y no vaciló en hacerlo. Y fingió convertirse en el muchacho adocenado que querían ver en él.


La vida literaria con que se encontró Esenin en San Petersburgo era difícil, muy variada y orientarse, para él, no fue simple. Coexistían las más encontradas tendencias: simbolistas, acmeístas, anarquistas, místicos, neo-cristianos, futuristas, ego-futuristas, neo-populistas, etc. Paralelamente estaba el campo de las seguidores de Gorki, quien editaba a la sazón la revista Crónica. Esenin entregó a Gorki su poema “María Posadnitsa” que la censura vetaría.


El sentimiento antimilitarista a menudo distinguió a Esenin de la mayoría de los escritores de San Petersburgo, embebidos en loas del jaez de “ya resuena el trueno de la victoria”. Sin embargo, Esenin tampoco habría de sumarse a la órbita de Gorki. Alexander Blok más que ningún otro, conocía bien ese mundo extraño que cercaba a Esenin: “Yo creo que para Usted -le escribía al novel poeta- el camino será corto y que para no perderse en él hará falta ir despacio, sin inquietarse. Por cada paso que demos, tarde o temprano debemos responder, y avanzar ahora resulta difícil, tanto más si hablamos de literatura”.


En efecto, el camino resultó arduo para Esenin. Pese a todo el empeño que el poeta puso en conservar lo más noble, lo más limpio que su primera juventud le diera, la nueva situación terminó por quebrantar su espíritu.


Hasta octubre de 1917 podemos dividir los poemas de Esenin en tres grupos principales. En primer término, los ensayos iniciales que él mismo jamás pensó publicar. A continuación las producciones correspondientes a 1910-1911 e impresas muchos años después. Estos poemas, vistos desde su mejor ángulo, se diferencian claramente de aquellos que el poeta escribiera en sus cuadernos escolares y, en especial, de los que enviara a su joven amigo y poeta Panfilov, entre 1912 y 1913. Del tercer grupo, inmediatamente anterior a la revolución, los más acabados corresponden a los años 1915-1916.


La lírica de Esenin nos transporta al ámbito de la vida campesina, de donde mana, inagotable, la imperecedera belleza de la naturaleza. En algunos poemas tempranos aparecen ciertos bocetos que bien podemos catalogar como estudios líricos o cuadros de la vida rural: “En la barraca”, “Primeras nieves”, “El abedul” y otros, evocadores, en cierta medida, de la poesía de Nikitin y Surikov. Algunas de sus tentativas juveniles, por ejemplo “Mi vida”, tienen, ciertamente, un carácter imitativo.


Sin embargo, no podría decirse que estos primeros escarceos definan la lírica eseniana. Bien pronto el poeta ha de encontrar su propio y singular estilo en donde plasmará las más nítidas, delicadas e íntimas imágenes de su espíritu. Su poesía traduce el hondo amor por la tierra natal, el paisaje y las emociones que éste suscita, todo ello expresado con frescas y originales metáforas que son, a un mismo tiempo, júbilo por el esplendor que nos rodea y tristeza al advertir la brevedad de las cosas, la fugacidad de esa irrepetible belleza en un mundo en el cual al hombre sólo le es posible vivir una vez.


Años más tarde Esenin se propuso explicar, a través de toda una teoría contenida en su ensayo Las llaves de María y el artículo Arte y vivencia, su universo poético. Según Esenin, todo arte está basado en imágenes y es la plasticidad de dichas imágenes la que constituye la clave del arte popular ruso. A este respecto es preciso recordar que el poeta se había familiarizado ya, desde los tiempos de su asistencia a la escuela de Spas-Kliepik con el Cantar de las huestes de Igor, cantar épico del siglo XII cuya influencia fue decisiva en su formación. Esenin leería, asimismo, mucho más tarde, los tres tomos del conocido trabajo del folklorista ruso A. Afanasiev, Las concepciones poéticas del pueblo eslavo en torno a la naturaleza. Tanto una obra como la otra habrían de ser no sólo modelo para ejercicios de imitación sino, además, la demostración de la riqueza del sentimiento popular y el vivero de leyendas que subyace en él, en incomparables imágenes.


La lírica eseniana centra la atención sobre la espiritualidad del mundo circundante. Los motivos que elige, al igual que el paisaje mismo, tienen su propio movimiento. Esto viene a explicar la abundancia de su material poético. Así, pues, el mes, que el poeta compara con un rizado corderito, se pasea por entre la hierba celeste. Los cuernos del mes reflejados en las aguas tranquilas del lago cornean los carrizos, y si miramos el lago desde el sendero, entonces parecerá que el agua se mece en la orilla. El ajenjo no huele sino que aroma el jardín, no esplende sino que fulgura como una hoguera, etc.


Semejante percepción del mundo, las estrellas, las flores, los árboles, tratados como si fueran objetos animados y en constante movimiento, transformándose unos en otros, forman parte también del material utilizado por Esenin en sus cuentos, leyendas y mitologías populares. Nutriendo todo su sistema poético, dicha concepción, perfeccionada por la realidad, explica la unidad indisoluble del hombre con su entorno, es decir, con la vida misma.


Sin embargo, el pensamiento de que tanto el mundo como el hombre que lo habita son perecederos, condujo al poeta al pensamiento de la muerte. Ya en su “Canción imitada”, el poeta, que apenas contaba quince años, nos habla acerca de una bellísima muchacha que sabía ufanarse por no importa qué; el poema finaliza describiendo una escena en que la joven es llevada a la tumba mientras el poeta observa el paso del cortejo desde su ventana. He aquí una de las verdades constantemente invocadas por Esenin: todo lo bello, como la vida misma, es efímero. Y esa nota impregnará de un extremo a otro la lírica del poeta: Bendito sea por los siglos de los siglos aquel que vino a florecer y a morir.

La influencia de la poesía oral juglaresca sobre Esenin, y en particular sobre su más temprana poesía, presupone un parentesco con la obra de Kolzov. A este propósito, baste recordar tan sólo poemas como “Haz sonar, acordeón, tu almibarado fuelle”, “Oh, tu, Rus, querida mía”, “Hermosa fue Taniuska, más bella no la hubo en la aldea”, “Doncellita” y otras. La imagen de la muchacha en “No errar ni empantanarse en los rojos arbustos” recuerda también a las jóvenes rusas celebradas por Kolzov. Incluso la tan utilizada imagen eseniana del pendenciero ruso tiene su deuda con el pendenciero de Kolzov. Tiene plena razón Bielinsi cuando escribe que por su índole como por su situación, Kolzov fue ruso en el más pleno sentido de la palabra. En él se ponían de manifiesto todos los elementos del alma rusa y particularmente, una extraordinaria fuerza tanto frente al sufrimiento como a la alegría, capacidad para entregarse sin reservas a los más opuestos estados de ánimo y encontrar, al mismo tiempo, en no importa dónde, el más turbulento, espléndido e indefinible encanto. Es claro que resulta difícil comparar a un poeta con otro pero, no obstante, teniendo en cuenta la diferencia de edades o la naturaleza de sus respectivas actividades, la riqueza léxica de Esenin no puede menos que asombrarnos; en su obra podemos encontrar unos diez mil giros diferentes.


Como Lermontov, Esenin es de aquellos poetas que llegaron a su plenitud en un lapso de tiempo intenso, fulgurante y extraordinariamente breve.


La poesía de Esenin está muy cerca de la canción popular. Sin embargo, partiendo de este punto, podemos distinguir claramente en su poesía varias etapas, rápidamente transformadas unas en otras. La más temprana de estas etapas está sin duda marcada por su inclinación hacia el habla arcaica rusa, como puede observarse en “Canción sobre Evpaty Kolovrat”. Esenin aporta al dibujo de su héroe denominaciones típicas del campo relacionadas con la caza, la agricultura, la pesca y la guerra. Así, por ejemplo, aún niño, Esenin compara las nubes con redes de pájaros, también utiliza como medio de comparación la antigua palabra loniezni (en años pasados), puinia (pequeño arbusto), dikomit (halcón). Habrá que tener en cuenta también dentro de esta etapa la supresión o cambió de ciertas vocales y letras.


La relación romántica con lo arcaico y su utilización como medio para poetizar la antigüedad patriarcal corresponden al período pre revolucionario de Esenin. Esta tendencia desaparece en el período siguiente. No obstante, de aquella primera etapa subsisten ciertos elementos tales como la utilización de sustantivos apocopados, cuyo papel dentro del poema es eminentemente rítmico.

Se sucede a continuación, como si desembocara una en la otra, una etapa caracterizada por el uso de términos bíblicos y eclesiásticos. Y como resulta ya habitual en Esenin, este nuevo momento de su tarea creadora será también aluvional pero, no obstante, y en el más alto grado, marcado por el alambicamiento, por el exceso de estilización. Es curioso que en el poema “Advenimiento”, fechado en 1917 y dedicado a Andrei Biely, se haga una alusión a la revolución de octubre comparándola... con Jesús resucitado:


Oh Rusia, inmarcesible,
de la muerte vencedora.
Has llegado del firmamento estrellado
a tu lugar en la tierra.


Muchos de los trabajos de Esenin posteriores a la revolución muestran asimismo el uso de imágenes propias de la mitología eclesiástica, como “Otkoi” (Breviario), “Transfiguración”, “La estrella de Jordán”, “El monje”, etc. En el poema, “Viejo amante” (1917) lo cristiano se mezcla con lo bíblico-folklórico. A partir de la revolución emplea a menudo expresiones como: Amante mío, mi querido, quien con sus hombros poderosos puede tallar montañas. La imagen del mujik tomado a la manera de la épica rusa aparece levantando sobre sus hombros la tierra misma. Incluso las más caóticas épocas de la historia rusa convocan al pueblo alrededor de los principados, arrastrando consigo a todos los demás, tal como se desprende del cuento El lúgubre enemigo.


Todos estos motivos bíblicos y religiosos desaparecen bien pronto de la poesía de Esenin, una vez el poeta comienza a interrogarse sobre su papel en el proceso revolucionario. Ya hacia 1920 sólo quedan algunos eslavismos en su poesía, utilizados como contrapuntos retóricos.


El tercer grupo de variaciones estilísticas de la poesía eseniana está relacionado con la romantización de las costumbres campesinas y las tradiciones en general, como por ejemplo, la emoción frente a la naturaleza, el amor por la mujer, por el hombre, por la vida, sentimientos éstos que el poeta consigue expresar con un mayor dominio de su arte, valiéndose de un mayor colorido y una mayor concentración y pureza en los tonos. Así, pues, Esenin nos habla del mundo nuevo que se abre ante él, entonces es igual, yo seguiré siendo el poeta de las doradas chozas de troncos. Es de anotar que los colores amarillo y azul fueron siempre sus preferidos, de modo que un resplandor de oro se proyecta sobre todos sus poemas, pasando del sol al pan, los cabellos, la juventud, la vida, la mujer, etc., Mi corazón se vuelve un témpano dorado, Eh, tú, juventud, turbulenta juventud, dorada travesura ¡Azul, sin igual azul! Bajo tu hechizo ni siquiera me duele morir. El azul está presente en todos los momentos: mayo azulado, indecible, celeste, delicado, aire pleno y azul, etc. El dorado puede ser también amarillo y el azul celeste y negro. Es decir, los colores caracterizan los objetos, mezclándose, jugando entre sí.


Como antípodas o disolventes de esta tonalidad romántica, Esenin utiliza a menudo las palabras ruin y torpe. Crea así un contraste sumamente agudo, verificable en expresiones como los sapos negros, las blancas rosas. Dentro de esta línea está escrito el poema, “Plegaria”.


Es posible distinguir variantes que tienen como fin darle forma a entonaciones epistolares, diálogos y monólogos, cuyo predecesor, Apujtin, había empleado ya en poemas como “Carta”, “Respuesta a una carta”, “Antes de la operación”, “El loco” y otras.


En los poemas de 1924 tales como “Carta a la madre”, “Carta de mi madre”, “Respuesta”, “Carta a una mujer”, “Carta al tío”, “Carta a la hermana” (1925), y “Ana Snegin”, Esenin creó algunas de las mejores obras en este género, tradicional en la poesía rusa. Con todo, la lírica epistolar de Esenin se encuentra por encima de la de todos sus antecesores -Apujtin, Apolona Grigoriev, V. Schubin- y más próximo a Pushkin.


Si ahondamos en el lenguaje y el estilo de Esenin y en el sello que imprimió a los diferentes géneros literarios, podremos detenernos en sus poemas de intención publicística ("En el país de los canallas"), en sus relatos épicos, en sus poemas de corte retórico y hondo lirismo ("Estancias"). Un sitio destacado en medio de estas producciones lo ocupa su canción-romance. La entonación de su romance gitano se apoya más en Alexander Blok que en Apolona Grigoriev, pese a que la influencia del primero puede advertirse muy a menudo en su poesía: Si ardes es porque ya eres fuego, etc.


El tema de la juventud o la aflicción por el derroche que de ella hizo ocupa un lugar predominante en la poesía de Esenin, aunque no sea algo absolutamente nuevo, sino vinculado con la tradición folklórica popular que, además, es característica de Kalzov y Nikitin.


Sería, pues, mucho mejor hablar de la aproximación de Esenin y Kalzov a la canción popular que de la influencia del segundo sobre el primero.
Dentro de esta misma perspectiva podríamos hallar ecos de Nekrásov, si tenemos en cuenta que los poemas de tema rural de Esenin se abren sobre aquella atmósfera triste, pobre, de la Rusia campesina. Esta sería la caracterización que en alguna oportunidad Hertzen hiciera de Kalzov. En fin, que la imagen del campo en Esenin no es sólo una idealización sino la expresión de una vivencia, la traducción de un sentimiento hondamente encarnado en su poesía.


Al lado de lo folklórico-popular ha de señalarse en la poesía de Esenin lo que podríamos denominar su ascendencia pushkiniana, tan clara en la poesía popular. La tradición pushkiniana dentro de la lírica rusa está en su carácter nacional, en su riqueza, en su capacidad para interpretar y representar el alma rusa, desde los más sutiles tonos de la tristeza hasta la exultante alegría de la autorrealización, desde las más ligeras pinceladas de carácter lírico hasta los poemas políticos, todo este universo gira en torno del amor al hombre, al pueblo, a la patria. Y todo él plasmado en un lenguaje y en unas unas formas poéticas cristalinas, transparentes. De esta manera, Pushkin representa no sólo el pasado, sino la más preciada herencia popular y, al mismo tiempo, el futuro. El mundo de Pushkin es diáfano y capaz de despertar todos los rincones del espíritu.


La lírica de Esenin está fundada sobre esa herencia: veracidad, amor por la humanidad, sensibilidad para cada vivencia, y estas características están fundidas, profundamente imbricadas con el lenguaje y el estilo que le son propios. Esenin maduró dentro de la tradición popular y clásica de la poesía rusa, y el haber tomado como ejemplo a Pushkin y su ternura por la humanidad, ha forjado un poeta, un hijo predilecto de su pueblo, de esa tierra regada por tanta sangre y por tantas agresiones conmovida.


La riqueza de la lírica eseniana se proyecta sobre todas sus imágenes, ya se trate de un abedul, el campo, el pan mismo, confirmando su talento de cantor de la naturaleza. Pero el lado social de la vida campesina y sus contradicciones apenas si llegaron a impregnar su poesía. Es cierto que en sus primeros poemas (los que enviara a su amigo Panfilov desde Moscú y entre los cuales podemos citar “Gotas” y “Plegaria”), aparecen ciertas preocupaciones urbanas, pero se trata de composiciones inmaduras. Estos primeros poemas evidencian la influencia de Nadson y más aún, la de Kalzov y otros poetas costumbristas como Nikitin, Surikov o Drozhin. Incluso un poema como “Poeta” recuerda no precisamente a Lermontov -Esenin más tarde daría cuenta del afecto que sentía por él- sino más bien una pieza de Nadson del mismo título: Bien está que tu canción arda en el fuego de la ira y tu espíritu en el de la verdad.

Precisemos, entonces, que si bien los motivos urbanos y progresistas aparecen en las piezas tardías de Esenin (“El herrero”, “Rusia”, “Maria Posadnitsa” y otros) es de la antigüedad, de la Rusia patriarcal, de su dulzura y turbulencia, de donde el poeta extraerá las claves fundamentales de su obra. Rompiendo el aire enrarecido que había traído el simbolismo de Balmont y Merezhkovski a la poesía rusa, la expresión poética de Esenin proviene del sentimiento ancestral del campesino que ignora las comparaciones abstractas y para el cual todo objeto es definido en comparación con otro objeto. Así, los sauces son ancianos, el sol una rueda, la aurora una gata que se lava en el tejado, la tierra una nodriza, la luna una miga o una oveja. Parece no estar escrita con palabras, sino con surcos de arados, bosques, perros que ladran a la luna.


La poesía de Esenin se singulariza por ser un intento de revivir la tierra natal y los días de infancia -esas hermanas gemelas- que constituyen el paraíso perdido, en este caso el mundo campesino estable y ordenado. Mientras para Maiakovski era preciso escupir sobre el pasado y la poesía era un vehículo para transformar el mundo, Esenin -aunque desgarrado por contradicciones internas- fundamentalmente se volvía hacia un mundo pasado, al que presentía condenado a desaparecer, tal como en un poema en el cual describe un caballo que se esfuerza inútilmente por alcanzar una locomotora.


Muchos de los motivos religiosos que informan la obra de Esenin resultan ininteligibles para el lector actual. Formó parte del grupo dirigido por Ivanov-Razumnik, ideólogo del socialismo místico, proclamador que en el socialismo el sufrimiento del mundo salva al hombre, al revés del cristianismo, y que Rusia es revolucionaria y orgánicamente socialista, en contraposición al Occidente burgués, individualista y ateo.


El poeta buscó salir de ese ámbito místico al que lo había condicionado su estancia en la escuela de Spas-Kliepik. Alguna vez escribió que en Jesús no veía a Dios sino a un hombre predicador del bien. Por otro lado, Esenin no tomó jamás a pecho su religiosidad. De ahí la facilidad con que su poesía mística se transmuta en blasfemia: Me enseñaste a insultar, no a invocarte, Señor. Posteriormente, en enero de 1924, preparando la edición de uno de los libros, Esenin escribiría: La más engorrosa de mis etapas y que se refleja en mis primeros poemas es la que corresponde a mi religiosidad. Yo no considero que tenga mérito alguno. Ruego por tanto, al lector, considerar estos trabajos como fantasías poéticas, como los mitos y leyendas típicos de cada pueblo. No obstante, estos motivos no jugaron en su poesía el papel de simples ornamentos. Cuando los empleó, tomándolos de la biblia y del evangelio, aunque no creyese en ellos, lo hacía apoyándose en el sentido que los mismos tienen dentro de la religión cristiana. Ese sentido no es otro que la bondad, la resignación y la mansedumbre.


Por ejemplo en el poema “Evpaty Kolovrat” (1912), el acento no está puesto en la resistencia heroica del pueblo ruso, sino sobre episodios que no tienen carácter heroico. Para sus compañeros, el enfermo Evpaty era un borracho, pese a que éste les dice:


Embriagarse
las ideas embota, y el cuerpo
hasta la hierba misma se puebla de enemigos.
Estas palabras que no son escuchadas.


Luego Esenin describe cómo, muerto ya Evpaty, yace con un cirio en la mano, teniendo en derredor las huestes rusas aniquiladas por los tártaros. Burlándose de los vencidos, Baty ordena que se le haga una copa para el vino con la calavera de Evpaty y se mofa diciendo que las tropas rusas sólo fueron traídas al campo de batalla para levantar las empalizadas donde sucumbirían.


En realidad, tal como consta en el “Relato sobre el saqueo de Riazán por Baty en 1237”, Evpaty sucumbe durante el combate a manos de Jostovrul, yerno de Baty, y éste, impresionado por el coraje de Evpaty y sus guerreros, ponen libertad a todos los prisioneros rusos.


Es imposible, por tanto, ignorar la maestría artística de Esenin en la utilización que hizo de los motivos ancestrales y más aún, en el empleo de expresiones típicas de la región. La riqueza de éstas constituyó para el poeta un verdadero arsenal, hasta el punto de que, encontrándose todavía en la aldea, llevara siempre consigo un cuaderno en donde anotaba palabras y expresiones de uso corriente entre los viejos. Es claro que muchas de estas palabras y giros exijan, hoy día, una explicación. El diccionario mismo confirma el extraordinario colorido de su Evpaty. Asimismo corre por todo el poema, como por su “María Posadnitsa”, el aura del Cantar de las huestes de Igor.


Valga recalcar que el interés de Esenin por el lenguaje y la historia de la antigua Rusia tuvo motivaciones diferentes a las exclusivamente literarias. Ese interés se imbrica con una tendencia general de la época, especialmente durante los años de la guerra, orientada a mantener vivo el espíritu multinacional de la literatura rusa. La vigencia de ese espíritu se manifestó en los simbolistas (un ejemplo es el libro de Andrei Biely, Ceniza). La idea central era la de que el espíritu nacionalista no sólo dependía de los temas sino, ante todo, del trabajo con el lenguaje popular y la creación de obras inspiradas en la tradición.

El más conocido aporte de Esenin a la estilización es, sin duda, la narración “El barranco”, escrita por el poeta durante el verano de 1915, en el transcurso de una visita que hiciera a su aldea natal. Esta narración no convenció a Gorki y el poeta mismo no la tuvo nunca en gran estima, pues no volvió a trabajar en ella.


La narración está tejida con giros folklóricos netamente campesinos. Como motivo se destaca cierta intención social, patente en el asesinato de algunos mujiks a manos del terrateniente. Sin embargo, la obra gira en torno a una imagen simbólica, el barranco, espeso bosque de la vida. La aldea dibujada por Esenin en el relato vive de sus secretos, mentirijillas, chismorreos y rebeliones, siguiendo la corriente imperante por aquellos años en las obras de un Zaitsiev o Sergueieiev-Tsenski. Y se deja sentir, incluso, la influencia de Biely y su La paloma de plata. Esenin, sin suficientes fundamentos, consideraría más tarde la rosa de Biely como uno de los fenómenos más extraordinarios en la literatura rusa después de Gogol.


Toda la obra de Esenin está, pues, saturada de profundas contradicciones, inscritas, por otra parte, en la vida misma, pero que son, a la postre, el reflejo de la impotencia y la indefensión de aquellas masas campesinas sometidas al embate del capitalismo en ascenso, y vueltas hacia el espejismo de una Edad de Oro en donde debían reinar las leyes del patriarcado.


Un momento especial de la carrera de Esenin corresponde a su contacto con la poesía de Blok, Biely y Kliuev.


Alexander Blok permitió que Esenin ahondara en uno de sus temas preferidos: Rusia. A través de Blok, aunque a su manera, comprendió las posibilidades del romance-gitano. A través de Biely asimiló el simbolismo religioso contemporáneo y los secretos de la rima. Pero la figura de Nikolai Kliuev tuvo para él una significación especial. Resulta significativo en este sentido el que las relaciones entre ambos poetas fuesen las de amigos-adversarios y que a lo largo de muchas cartas y poemas Esenin se dirija a su amigo llamándolo cariñosamente sacristán o humildísimo Nikolai.


Oriundo de la provincia de Vologski, Kliuev fue un hombre culto, talentoso, creador, en el más alto grado, de cierta poesía familiar rusa. Su tono es inconfundible como lo es también su fondo reaccionario. Su poesía está dedicada a exaltar las presencias tutelares que residen la vida del mujik. Cuando Esenin llegó a San Petersburgo, Kliuev había publicado ya cuatro libros. No pudo menos que asombrarse del parentesco entre muchos de sus poemas y los de Kliuev. Pero a pesar de esta aproximación, hay entre los dos poetas una frontera perfectamente clara: mientras Kliuev permaneció alelado en su contemplación religiosa, Esenin evolucionó, nadando en la exaltación de sus imágenes, de sus metáforas, es decir, en el júbilo que le producía su propio quehacer. No pasaría mucho tiempo antes que Esenin se diera cuenta de cuáles eran los motivos que le separaban de Kliuev.


Pero Esenin está aún distante de su plenitud, aunque muchos de los poemas escritos antes de octubre de 1917 anuncien ya al poeta de la madurez. octubre de 1917 provoca en Esenin un cambio fundamental, aunque las constantes de su poesía sigan orientadas hacia la imaginería del pasado, al cual la revolución ha propinado un golpe de muerte. Según sus propias palabras, vio la revolución con sus ojos de campesino.


¡Oh Rusia, lánzate
hacia un nuevo horizonte!
Bajo otros nombres late
una nueva estepa.


En los primeros momentos Esenin se muestra adicto a los socialistas revolucionarios de izquierda, colaborando activamente con ellos, aunque formalmente no estuviese afiliado al partido. Las enormes contradicciones desatadas por el estallido revolucionario tenían que reflejarse en su poesía. Sus versos se impregnaron del hálito de libertad, del dolor de la confusión, de la nostalgia hacia el pasado y de la pujanza del proceso político. Pero todo lo heroico y esencial de este momento, tan presente, por lo demás, en la obra de muchos otros artistas, no llegó a figurar en el primer plano de su poesía. He aquí por qué Esenin en “La Rusia que se va” escribió: Envidio a aquellos a quienes la vida empuja a luchar, a quienes defienden una gran ideal.


Los poemas escritos por Esenin entre 1917-1919 dejan también traslucir sentimientos encontrados. Como pieza característica de dicho conflicto es útil mencionar “Inonia” (Otra) donde expone su mesianismo campesino, según el cual la revolución traerá a Rusia el reinado del mujik, el paraíso terrestre aldeano. Lo que halló expresión artística en la poesía de Esenin fue el sueño con el justo país del mujik, y en ese sueño se mezclaban caprichosamente los sentimientos y estados de ánimos más contradictorios. El secular apego a la tierra, la exaltación del atraso de la aldea y el miedo a la ciudad. El anhelo de acabar con la vieja vida y el desconocimiento de las auténticas vías de lucha, el temor a los cambios. El ingenuo carácter soñador y la animadversión a los señores.

El poema comienza con un tono singularmente profético y en el que se advierte un tácito rechazo a las creencias de la antigua Rusia. El poeta amenaza con despojar a Dios de su barba y a Jesús de sus pantalones, representándose a sí mismo como un creador que pudiera invertir los polos con las tenazas de sus manos, poner de rodillas el Ecuador y romper el orbe como si se tratara de un simple kalach (especie de pan rudo en forma de arco). Estas inesperadas imágenes producen la impresión de que todo se ha salido de su eje, mezclándose caóticamente, agitándose infatigablemente en el utópico país de “Inonia”. La imagen nos presenta a una anciana-madre que, sentada en el pórtico de su barraca, se entretiene jugando con los rayos del sol como si se tratara de un gato ovillado sobre sí mismo.


Cuando se reflexiona acerca de ese poema y otros trabajos utópico-románticos que siguieron a la revolución de octubre, se recuerda la situación del campesinado tras muchos años de explotación, que ha ido acumulando el odio y el deseo de suprimir el orden imperante, pero que al mismo tiempo está dispuesto a conquistar nuevas formas de vida sin saber a ciencia cierta cómo habrá de lograrlo y quiénes deberían ser los que dirigiesen ese proceso revolucionario.


En algunos poemas cortos de esta época (“Inonia”, “Pantocrator”, “El libro de horas de la aldea”, “Transfiguración”) Esenin se muestra ingenuo en el más alto grado, como un soñador que aún no ha podido asimilar la trascendencia de la revolución y los problemas que plantea. Como contrapunto, sin embargo, el poeta maneja extraordinariamente sus recursos artísticos, reflejando de alguna manera las ilusiones que tenía el campesinado respecto de la nueva sociedad.

Hay una saturación de imágenes bíblicas que sirven de ropaje al pensamiento terrenal del poeta. La utilización de este tipo de recursos poéticos con objeto de traducir el soplo épico de aquella coyuntura histórica fue, en cierta medida, una característica común a la poesía de la revolución, como pueden atestiguarlo “El misterio bufo de Maiakovski”, o “Tierra de promisión de Biedni”, entre otros.


En 1918, con el regreso de Esenin a Moscú, se inicia para él un nuevo período. En principio toma contacto con los poetas del Proletkult e incluso vive durante algún tiempo en casa de éstos. Escribe conjuntamente con Guerasimov, Klichkobui y Pavlovich el escenario de La llamada de la aurora; posteriormente organiza la Cooperativa moscovita de escritores. El poeta se multiplica a través de una intensa actividad. Su poesía vira hacia los temas sociales y épicos, reflejando una lírica más directa basada en las profundas crisis de su vida.


Ya por esa época su nombre ha sido reconocido y la juventud se interesa por su obra. La popularidad se acentúa durante esos tiempos de revolución, en los cuales en las ciudades la poesía oral o escrita es el género más apetecido, desplazando a la prosa en plazas y cafés como lo describe Ilya Ehrenburg en sus Memorias.


En 1919 entra a formar parte del grupo de los imaginistas. Para recolectar fondos abrieron una pequeña librería en la calle Nikitski y más tarde el conocido café “El establo de Pegaso” en la calle Tverski. También solían visitar el café de los miembros de la Unión Rusa de Poetas, el de los futuristas y el de los poetas del grupo “Los forjadores”. Esenin era uno de los contertulios habituales de “El establo de Pegaso”. En estrecha unión con los imaginistas hizo varias giras por Jarkov, Rostov y otras ciudades.


En lo que concierne a la identidad de criterios teóricos y artísticos con los imaginistas, Esenin estuvo desde el comienzo en clara divergencia con ellos. Sólo aceptaba la noción de imaginismo asimilándola al convencimiento de que, en lo profundo de todo arte, la noción de imagen es fundamental. De este principio concluía que tanto más rica, más plástica dicha imagen, tantas más posibilidades presentará para ser trabajada.


Uno de los teóricos del imaginismo, V. Scherchenievich, argumentó en su folleto 2 X 2 = 5 que la imagen tiene valor propio, independientemente del contenido de la composición. Los imaginistas argumentaban, asimismo, que un poema debe poder leerse al derecho y al revés, de arriba a abajo y viceversa, del mismo modo que las monjas pasan las cuentas del rosario. Ateniéndose a este principio se escribieron muchos poemas francamente extravagantes o recargados del más burdo naturalismo. Todo esto era por completo ajeno al carácter poético de Esenin. Comienza a alejarse lentamente del movimiento y refrenda su actitud publicando un manifiesto sobre la disolución de la orden imaginista. Y escribe en el artículo “Arte y vivencia” dirigido a sus compañeros de grupo: Mis camaradas imaginan que el arte sólo existe como arte, sin ninguna ligazón con la vida y sus maneras... A mis camaradas tan sólo les atrae la plasticidad del lenguaje, pareciéndoles que la palabra y la imagen lo es todo. Sabrán pues perdonarme si les digo que semejante arte no es más que una tontería. Finalmente abandona el grupo literario y declara que lo importante no es la imagen, sino el sentimiento poético del mundo.


Esenin termina su manifiesto diciendo: Mis camaradas carecen de cualquier sentimiento patriótico, en el más amplio sentido de la palabra y de ahí su inconexión. Y por eso aman a tal grado esa disonancia que han sabido absorber a la manera de un sofocante vaho de bufonadas gracias a la bufonada misma... Pero la vida exige lo que le pertenece y siendo el arte una de sus armas, todo lo que la niega se elimina a sí mismo como ocurre con la confusión. Esenin, pues, no sólo sentía profundamente la interrelación entre arte y vida sino que incluso consideraba el arte como un arma para vivir.


El hecho de que en los años inmediatamente posteriores a la revolución Esenin se marginara del proceso que estaba viviendo, no cayó en el vacío. Su relación con los imaginistas dejó su huella en las creaciones de 1919-1920. Los módulos de esa relación pueden concretarse en dos puntos: primero, su afición por las imágenes y metáforas extravagantes y, segundo, la profusión de motivos que utilizó como protesta contra el ambiente urbano. En Novenario, la ciudad arremete contra la choza campesina. En ciertos poemas como “En el potro de las torturas”, Esenin describe su horror frente a la destrucción y el hambre que azotan el país, condoliéndose de las víctimas con expresiones que llegan a desfigurar el sentido de la composición: Zarpas azuladas, fétida ventisca, jardín de masacradas calaveras, frenético resplandor de cadáveres:


Ciudad, ciudad, tras una lucha salvaje
nos has bautizado como carroña y deshecho.


Las contradicciones entre el campo y la ciudad no afectaron solamente a Esenin pues muchos otros poetas se ocuparon del tema.


Volviendo al período imaginista de Esenin es preciso hablar del poema “Pugachov”, biografía del héroe rebelde cosaco del siglo XVIII.


“Pugachov” está dedicado a la rebelión de los siervos contra el zarismo y los terratenientes. En un fragmento suprimido por el poeta del texto definitivo, leemos lo siguiente: campesinos, en vuestro gobierno no debéis ser los últimos, sino los primeros. El poema se ocupa de la etapa final de la rebelión, cuando las tropas comandadas por Pugachov pierden la batalla al enfrentarse con el ejército zarista (1774).


La pieza no enfoca la totalidad del suceso que, por cierto, hizo temblar el trono de Catalina. Estamos pues ante un poema de corte lírico en cuyo fondo se suceden los acontecimientos históricos, tratados de una manera especialmente subjetiva. Pugachov concita a sus guerreros a sacar el cuchillo de la bota y hundirlo en la espalda del señorito, sintiendo, según subraya el poeta, el inexplicable presentimiento de su propio fin.


Encontramos seguidamente un monólogo de Pugachov donde habla de su amor por el olor de la hierba y cómo le duele iluminar la maléfica espesura. Asombrosamente inactivo, Pugachov prefiere escuchar la huida del viento y sus pasos entre la hierba, porque en lo hondo del pecho, como si fuese una guarida, su alma se agita sofocada. Bueno hasta la ingenuidad, extraordinariamente sensible, impresionable, el héroe no se nos aparece como un dirigente de masas, como el guía de una rebelión contra los terratenientes feudales. He ahí por qué, en el fondo, la incitación a la violencia se convierte de pronto en una protesta contra la violencia.


La elección del tema de Pugachov se vincula con el drama personal del propio poeta. Ahí están enmarcados todos sus estados de ánimo: su sensibilidad ante la belleza de una manera de vida, el sentimiento de la pureza y la fugacidad de las cosas, su amor por el hombre. Pero no sería exacto reducir todo el contenido de “Pugachov” al reflejo de las inquietudes subjetivas del poeta.


En aquel momento su poema dramático “Pugachov” fue mal acogido por la crítica, que lo interpretó como una exaltación del individualismo anárquico. Esto acentuó su desajuste con la realidad, aumentó su depresión y su afición a la bebida.


Pero Esenin sigue seduciendo a todos con su figura de joven de cabellos rubios y ojos azules y su popularidad es muy grande, tanto en su vertiente de poeta como de camorrista y borracho. Precisamente el escándalo se convierte en otros de los motivos que animan la poesía de Esenin durante estos años. Es necesario dejar en claro lo que refiere a este tema por cuanto, en cierta medida, han jugado un papel negativo en la reputación del poeta. Las actitudes del gamberro han estado siempre referidas al ambiente campesino y fuertemente enraizado en el folklore. Gorki señalaba como una de las paradojas de la poesía popular de muchos países, la poetización de la figura del gamberro, del golfo, es decir, del individuo dispuesto a realizar toda suerte de calaveradas.


Algunos de los poemas de Esenin tienen por título “Gamberro”, “Confesión de una gamberro”, “Poemas de un golfo”. Se dibuja a sí mismo despeinado, con la cabeza como una lámpara de querosén sobre el pecho e incluso admite gustarle cuando en él bullen las blasfemias. Se llama a sí mismo bandido, fresco, gamberro, y asegura que por naturaleza es un cuatrero de las estepas. Y dicen aún: Si yo no hubiese sido poeta, es muy probable que fuese un pícaro.

Pese a la rotundidad de la frase, Esenin puso en ella un sentido absolutamente distinto al que nosotros le atribuimos hoy. En su acepción más simple el gamberro es, para nosotros, aquel individuo superficial, deshonesto, irrespetuoso con la sociedad a la cual pertenece, y agresivo con los demás. Nada de esto encontramos en Esenin. En él adquiere una nota de ternura hacia aquellos que no son capaces de encontrar su camino. En la medida en que su delicadeza vistió los ropajes de un lenguaje religioso, asimismo sus sentimientos de desesperación, de inquietud, confusión y protesta se expresaron a través de imágenes tan poco sugestivas como las del gamberro y el golfo. Al hablar de su gamberrismo, el poeta expresaba más bien el eco de su propia tragedia, de su propio dolor:


Sí, yo poco me he dispuesto
para una vida en paz y entre sonrisas.
Y cuanto más corto ha sido mi camino
tanto mayores mis caídas.


Esta es una nota de humanidad que no denigra del hombre sino que, por el contrario, sabe extender una mano cálida en la que los otros encontrarán comprensión y compañía.


En 1921 conoció en casa de un amigo, el pintor G. Iakulov, a la célebre bailarina Isadora Duncan. Esenin se casó con ella el 10 de mayo del año siguiente y salieron juntos para el extranjero. En cuanto a su evolución intelectual estos viajes, entre 1922 y 1923, tuvieron excepcional importancia. Le llevaron por Alemania, Francia, Italia y Bélgica. Posteriormente, desde octubre de 1922 a febrero de 1923, visitó Estados Unidos. Comparando a su país con occidente, Esenin acierta a comprender con mayor profundidad la médula de las relaciones entre la ciudad y el campo, la significación de una sociedad industrializada. También Maiakovski señaló al regreso de Esenin que había vuelto con un claro entusiasmo hacia lo nuevo.


Esenin, quien desconocía otros idiomas diferentes del ruso, se vio inexorablemente ligado a los viajes y compromisos artísticos de su esposa, hasta el extremo de que los periódicos apenas lo mencionaban como el marido de la célebre bailarina, lo que no podía dejar de herir su orgullo de hombre y de poeta ampliamente conocido en su país. Le acometió, entonces, un sentimiento de mortal soledad, decidiendo regresar tan pronto estuvo cerca de las fronteras de su patria. Sólo el amor que sentía por Isadora, la admiración permanente por su talento y por sus cualidades de artista, pudieron sostenerle en medio de la agobiante soledad en el extranjero.


Finalmente se produjo la separación no sólo con el género de vida que llevaba al lado de la bailarina, sino con ésta misma. Rompiendo con todo regresó, o más bien, para ser fiel a los hechos, huyó de París volviendo a Moscú en agosto de 1923. Tras él regresaría también Isadora. Jamás el poeta volvería a abandonar su patria.


Su mención a occidente fue terminante, reflejado en sus cartas desde el extranjero: ¿Qué decirle a Usted -escribe Esenin- sobre este horrible reino de mezquindad, rayana en el idiotismo. Descontado el fox-trot no hay nada aquí que valga la pena. Todos beben y se atragantan y de nuevo fox-trot. Aún no encontré un hombre de verdad y no tengo idea en dónde se lo podrá encontrar. En los dominios del Señor Dólar el arte verdadero no cuenta, el producto más acabado es el music-hall. Una violenta crítica contra el sistema de vida estadounidense está contenida en su ensayo “La urbe de hierro” donde el poeta consigna estas palabras: Cada vez me es más entrañable la sociedad socialista. Es cierto que no me identifico con los comunistas y que como el romántico de mis poemas apenas los siento próximos de corazón, pero espero algún día identificarme con las tareas que se proponen.


Durante la ausencia del poeta habían cambiado muchas cosas. Cuando Esenin partió, el país comenzaba a reponerse de las heridas de la guerra civil; a su regreso habían comenzado a sentarse las bases de la nueva política económica. En el campo se había procedido a reemplazar el sistema de contingentación por el impuesto en especie. La agricultura tomaba nuevos impulsos y en las ciudades se reanudaba la producción industrial.
En el campo de la literatura se vivía asimismo una profunda agitación, surgían tendencias y grupos por doquier. Esenin rompe definitivamente con los imaginistas y con los escritores campesinos. Sus preferencias, en este momento, se inclinan hacia los escritores agrupados en torno a la revista El erial rojo. A través de la correspondencia de Esenin con Benislavski, resulta claro que aquel no quiso tomar parte en la lucha de grupos que se estaba librando.

En las búsquedas de Esenin en torno a la poetización de los temas que le eran contemporáneos, ocupa un puesto especial el poema dramático. Una de sus primeras experimentaciones en este terreno es la pieza “En el país de los canallas” o “Nomaj”. El poeta no la consideró terminada y en vida sólo publicó un fragmento de ella.


Hay un énfasis distintivo en cada poeta como bien lo hizo notar Bielinski. Y en Esenin, circulando como una savia secreta que irriga toda su poesía, el énfasis no es otro que su amor por la patria, razón de amor de su vida y su poesía. Esta constante adquiere las más acusadas variantes como podemos ver en estos versos, en donde late una dolorosa nota de patriotismo:


Y entonces,
cuando sobre el planeta
haya cesado la discordia entre los hombres,
y la mentira y la amargura,
celebraré con toda mi voz
esta sexta parte del mundo
cuyo nombre es tan breve: Rusia.


El patriotismo en Esenin no nacía de un impulso instintivo sino de una actitud plenamente consciente. I. Rosanov, en sus memorias, recuerda que el poeta le dijo en 1921: Dése cuenta... en mi poesía prácticamente no hay motivos amorosos. “Cuentos de amapolas” no cuenta; excluí la mayor parte de ellos de la segunda edición de “Arcoiris”. Toda mi lírica gira en torno de un solo amor, mi amor por la patria. El patriotismo es fundamental en mi obra.


Es cierto que los motivos amorosos sólo aparecen de una manera definida en la poesía eseniana de los últimos tres años. Sin embargo, el querido rincón natal, el amor por el terruño, por la patria, despuntan en ella. ¿Acaso su imagen puede disociarse del esplendor del mediodía en el sur o de la belleza de la mujer? Todo el ciclo de los Motivos persas (1924-1925) está impregnado de una delicada ternura por la mujer, por el broncíneo color del otoño y por las nieblas eternas del lejano norte:


Acaso porque vengo del norte, acaso
es allí la luna cien veces más grande.
El Schiraz es bello, aunque no alcance
a ser del Riazan el más señero espacio.
Será acaso porque vengo del norte, será acaso.


También los motivos patrióticos debían sufrir en su poesía una transformación con el correr de los años, y si bien es cierto que en algunas de sus poesías tempranas domina la nota sentimental, lastimera, por la Rusia que se fue, hacia 1925 el poeta escribe:


Ha cambiado mi espíritu primero...
En el marchito resplandor de la luna
como de piedra, como de acero
siento de mi terruño la bravura.


Este cambio refleja, no obstante, el pesar de romper con las ilusiones de antaño en torno a un paraíso para el mujik.


Mientras tanto, la vida misma del poeta se fue tornando hondamente dramática. Su poesía testimonia entonces, con la honradez que le caracterizó siempre, ese momento particular de su aventura vital. Escribe:


¡No soy de ahora!
¿Qué debo pues ocultar?
Quedé con un pie en el pasado
intentando a mi pueblo alcanzar,
y por tierra en mi empeño he rodado.


A su regreso del extranjero encontramos toda una serie de extraordinarios poemas escritos bajo el impacto del momento histórico que está viviendo el país. Y en “De vuelta a la patria” exclama:


Yo veo
que más triste, más desolados parecen mi madre y mi abuelo
más alegre, y sonriente el rostro de mi hermana.
Para mí, sin duda
Lenin no es un ícono
pues yo conozco el mundo.
Pero amo mi hogar.
Y mi hermana comienza
abriendo como una biblia el Capital ventrudo
a hablarme de Marx y de Engels.
Jamás, en ninguna estación
yo he leído, por cierto, esos libros.


Pero por otro lado, la vida bohemia tenía que reflejarse necesariamente en su poesía. Llegan los años de la KGB, la época más tenebrosa en la vida y la obra del poeta. En 1924 publica su breviario poético Moscú tabernario, en donde narra su vida de desplazado social que, en su momento, se constituyó en símbolo de sus admiradores. El énfasis tabernario de esta poesía, se apoya tanto en la osadía como en el pesar. Esenin vuelve a hacer de la fanfarronada infantil una de sus imágenes preferidas: “el bajo y flaco héroe” de su grupo, o bien, “mi nombre suscita espanto”, como si se estuviera delante de la más grosera blasfemia. El escenario de sus fanfarronadas es el café y la taberna, y su auditorio, delincuentes y prostitutas con quienes el protagonista se incendia en alcohol. Reforzando el conjunto aparecen algunas imágenes accesorias poco acostumbradas como la guitarra, las canciones gitanas y el vino que corre a raudales. A menudo el énfasis escandaloso del poeta se transforma en lástima por sí mismo: “El azul de tus ojos se empaña en la taberna” o “¿Qué sucede? ¿Qué ha quedado de mí?”, etc.


Al respecto, entre 1926 a 1927 hubo encendidas polémicas sobre el espíritu de disolución que embargaba a ciertos sectores juveniles, publicándose varios trabajos importantes. Algunos escritores criticaron duramente la poesía bohemia de Esenin. No puede afirmarse, sin embargo, que Gorki, Lunacharski o Maiakovski, hayan personalizado en Esenin y sus admiradores los símbolos de un fenómeno colectivo. Maiakovski dijo: Establecer una relación entre el espíritu de decadencia y Esenin carece de sentido. Dicho estado de decadencia es un fenómeno mucho más serio, mucho más complejo y vasto en sus consecuencias que Sergio Esenin. Y en su artículo Cómo escribir poesía, Maiakovski subrayó que al escribir su poema “A Sergio Esenin”, se había propuesto la tarea de arrancar al poeta de los que han querido aprovechar su muerte.

Desde el punto de vista formal, la poesía bohemia de Esenin propone dos variantes: la primera la integran romances de una calidad muy relativa (por ejemplo, “Vida, engaño y deliciosa pena” o “Ni me amas, ni me extrañas”), y la segunda, extravagantemente insertada por el poeta mismo en la tradición de la canción popular. Al mismo tiempo, Esenin escribe ciertos poemas de sutilísima delicadeza artística como “Canción”, “Entreveo un sueño”, “Sendero oscuro”, “Pena, estrella mía, no te extingas” y “Ay de los trineos”, “Ay de los corceles”.

El punto culminante de la tragedia personal de Esenin está expresado en su poema “Extraño visitante”. El oscuro visitante resume en sí todo lo oscuro que había en el espíritu del poeta. Embargado hasta las heces por la repugnancia y la cólera, el poeta lanza su bastón a la cara del visitante, pero sólo consigue romper su propio rostro, reflejado en el espejo.


Durante su último año de vida, 1924-1925, Esenin escribe lo mejor de su obra lírica y épica: “Ana Sneguin“, “Los motivos persas” y otros. En su conocido “Esta luna imposible” (1925), escribe:


Ya no sé cuál ha de ser mi destino...
Inútil soy para la vida que empieza,
pero quisiera ver trocarse en granito
esta Rusia miserable y hambrienta.


Su estado de ánimo iba de mal en peor rodeado como estaba, en todos los sentidos, por sus amigos de farra. En medio de éstos aparecieron antiguos amigos (Kliuev, Ganin) y otros que querían aprovecharse de su renombre. Semejante situación hizo extremadamente difícil su trabajo. La vida de Esenin se debatía entre dos extremos: de una parte, lo que le brindaba la nueva sociedad, de la otra, todo lo que le recordaba la Rusia de antaño.


Esenin escribiría dos poemas alusivos al tema, el primero, inacabado, en 1924 lleva como título “Desocupado” y el segundo al año siguiente, titulado “El capitán de la tierra”, donde evoca los avatares de la guerra civil:


¡Rusia! ¡Querido rincón natal!
Cuanto ha que no se escucha en el bosque
el trinar de los pájaros, ni los perros
ladrar.


Acerca de Lenin escribe: Para mí fue a modo de una esfinge, pensando que quizá sea a otro poeta a quien corresponda entonar una nueva canción en honor de los que han luchado con nuevas palabras.


Las piezas épicas de Esenin pueden servir como ejemplo para demostrar que las tareas impulsadas por la vida misma, debían adoptar nuevas formas, impulsando a su vez a los escritores y poetas en la búsqueda de un lenguaje acorde con la época. Esenin, que durante toda su vida de creador fue un buscador infatigable de dichos medios innovadores, se orienta no obstante hacia las formas épicas, pese a haber escrito con anterioridad que no era partidario de aquella poesía.


Un ejemplo admirable de la incursión de Esenin en el campo de la épica lo constituye su “Canción de la gran gesta”, escrito en 1925 y en donde empleó generosamente los motivos folklóricos. El poema toma la figura del Zar Pedro I, no desde el punto de vista de su significación histórica, sino más bien con la mirada de Kondr Bulavin, el dirigente de la revuelta contra el Zar.


La obra de madurez de Esenin, tanto por su calidad artística como por su significación histórica es, sin duda, “Ana Sneguin”. La acción se desarrolla en el Riazán natal del poeta, en la aldea rica de Radovo, donde cada quien tiene su patio cubierto, y granero y jardín y, en las fiestas, carne y kvas a la mesa. Kriuschi, la otra aldea, es pobrísima. En ella sólo es posible labrar a todo correr un pedazo de tierra ayudado por dos derrengados jamelgos. Todos las personajes del poema están espléndidamente bien articulados en el plano social tanto como en el sicológico, ya se trate del cochero de Radovo, del molinero, del terrateniente o de la amiga del poeta, Ana, y muy especialmente caracterizados dos personajes de Kriuschi, los hermanos Pron, y Labuti Ogloblini. Los kriuschianos asedian con preguntas al desocupado poeta. En el portal de Pron se alza un vocerío de mujiks. ¿Entregarán a los campesinos la tierra sin rescate alguno? ¿En qué parará la guerra? Y Lenin, quién es? Y no es fácil comprender la respuesta que el poeta da a los campesinos cuando estos preguntan por Lenin. A través del personaje, el poeta contesta: él es Ustedes.


En Moscú, en el verano de 1925, Esenin trata otra vez de reorganizar su vida, de crear una familia. Se casa con la nieta de León Tolstoi, Sofía, pero este matrimonio apenas duró unos meses. La peña de amigos del poeta se obstina en seguirlo por todas partes, acechándalo en la calle y provocando incidentes que terminan con la intervención de la policía.


Una tarde antes de la Navidad de 1925 Esenin se aloja, sombrío, en el Hotel Angleterre de Leningrado. Durante tres días yace en su cuarto, sumido en estado de ebriedad. En un acceso de locura, a los 30 años termina por ahorcarse en su habitación.


Como testamento dejó escrito con su propia sangre un poema que termina diciendo:


Hasta pronto, amigo mío, sin gestos ni palabras,
no te entristezcas ni frunzas el ceño.
En esta vida el morir no es nuevo
y el vivir, por supuesto, no lo es.


La víspera había entregado a uno de sus amigos papeles con el encargo de ser leídos más tarde. Se trataba del poema: “Adiós, amigo mío, adiós”, desesperada conclusión de su “En esta vida morir no es nada nuevo”, atendiendo a la repercusión que podía tener. Dicho poema sirvió de base para que Maiakovski escribiera su “A Sergio Esenin”.


El trágico fin de Esenin -igual que cualquier otro final parecido- fue el resultado de toda una serie de circunstancias: inadaptación, fracasos sentimentales, dipsomanía... En medio de éstas se destaca la indefensión del poeta en medio de las dificultades personales que atormentaron su vida. Esenin era dueño de una enorme sensibilidad. El pueblo ha perdido a su resonante guitarrero borrachín, escribió Maiakovski.


Sobre él podemos decir, con las palabras de Chejov, que estaba dotado de un talento especial para intuir todos los matices del dolor. Esenin se quitó la vida bajo la presión súbita del dolor torrencial de la desesperación, del cansancio espiritual.


Poeta difícil, quizá uno de los más difíciles, fue un talento admirable. Para Gorki era no sólo un hombre común y corriente, sino más aún, alguien a quien la naturaleza había dotado con la sensibilidad de un poeta para que expresara la inagotable tristeza del campo, el amor por todo lo que de entrañable y querido hay sobre la tierra y que, más que cualquier otra cosa, merece el hombre.

Serguei Esenin, más que un hombre es un órgano que ha creado la naturaleza exclusivamente para la poesía, dijo Gorki cuando lo conoció. Asombra tanto como la riqueza y humanismo de su lenguaje poético, su sinceridad, y el hecho de que en el brevísimo lapso de 10-12 años pudiese crea un mundo con el cual se identifican en mayor o menor medida quienes le admiran.

Ante el nombre de Esenin salta siempre a la mente el tema del poeta nacional ruso, como si se quisiera parafrasear las palabras de Gogol sobre Pushkin, el poeta más amado de Esenin. Todo el paisaje ruso, Rusia misma se halla reflejada en su poesía: Ah, sucede que ladeas el sombrero, aflojas las riendas del caballo y lo acercas al pienso: entonces acuérdate de mí. Esto nos recuerda a Nekrasov: No importa, pon pies en polvorosa, etc.


Esenin es, pues, un poeta popular. Lo es no sólo por su léxico, por su raigambre folklórica; lo es también por la esencia misma de toda su temática.


El motivo de su poesía es la vida en toda su dimensión, el rincón natal, el abedul, que el poeta se complace en grabar con su cuchillo, las canciones del los jóvenes, e incluso la agitación de la taberna. La industrialización del país, el Cáucaso y Riazan, el morduino y el gruzino, la estepa y la mujer. Y como héroe central, el poeta mismo. Todo lo que hay en el hombre, todo lo que puede sensibilizarlo: ¿La campanilla, su eco lejano? Todo se aposenta dulcemente en el pecho. Él nombró todo lo que aún carecía de nombre, lo que permanece dormido en el espíritu del hombre y que hace falta nombrar.


El secreto de su lirismo está en la forma en que su poesía abarca todo, en una época especialmente dura, cuando tanta sangre se ha vertido: Pienso -escribe en “Ana Sneguin”- ¡qué hermosa es la tierra sobre la que el hombre vive y cuántos mutilados y monstruos al llegar la guerra!

Esenin supo despertar en el corazón los lirios de nuevas primaveras y escribió sobre sí mismo algunas palabras preñadas de plasticidad:


Vida, ¿acaso has sido un sueño más?
Es como si en el alba de la primavera
resonara
de mi rosado corcel su galopar.


Un saludo...Gracias por entrar en este nuestro taller

Alfredo Vanin


VIVIENTES

El viento pasa con guitarras ahorcadas
y despierta los gladios de la noche
entre hombres invictos que arrojaron los bares
Antes del último disparo

*****

AL FILO DE MÍ MISMO

Eres afortunada como esquina
de juegos incendiarios
inventas en mi rostro
las marcas invisibles de la dicha
para que bese tu olvidado pelo.


*****

SONIDO BESTIAL


Buscaba el sucedáneo del tiempo
la ardiente calle y su morada viva
trepidando en la fiesta y en la espalda.
El ánimo ardía en oleadas
el piano navegaba en ardua fuga
mordiendo el santo incinerado
con paciencia de rostro que se ahogaba
tan solo por timbales y staccatos.
Alerta a su manera dueño de un verde ajeno
sin volver el perfil de las viñetas
náufragas de ese viento
y una finta en la voz credo del diablo
yendo de espaldas esta vez y siempre
a las fauces del lobo como extraño
polvo de madreperlas
de tumbo en tumbo y a la nueva era
engasta sus arpegios
en este dejo de trombón herido
que llevo en el costado.

*****


LOS RÍOS


Tu pelo con sus ríos de barro
nos acerca a la edad de los trompos
y las canoas mutiladas.
Ancianos que lloraron su guerra
anterior a ese río
deslumbrante
roto en el cauce
de la cruz del sur
soñando con las altas mujeres
que tenían tu edad cuando la ola.


*****

LOS TRÁNSITOS

La calle inventa con Eduardo
la gloria del verano remoto
la hendija desmenuza los rostros
canoas singlando frente a mí
Milena el rostro que provoca
la cadencia de un mar de cascabeles
pasarán las esquinas
el río inevitable de Alfredo
y transitar será obra de vivientes.

*****

CRÓNICA

la sangre es el océano de fuego
que hunde las memorias
en plena tregua
al borde de la pesadilla
la huella se ensangrienta.

*****

PRIMERA INSTANCIA
Lo que nos espera en las terribles incitaciones
un largo día en los torreones
y estallarán bocas de gónfila
el vaho ascenderá con anunciadas suspicacias
y el antro será dado en subasta, la gruta
hirviente dédalo de muertos.


*****

LA BÚSQUEDA

Dejarás atrás muy atrás para ser ignorados
el pánico de los renovados desastres
los espejismos que duplican la muerte
hasta que lleguen con sus garras de invierno
los ríos de la fábula
y sientas que cruzan por tu piel los faunos
que se creían derrotados
porque no muere el viejo cimarrón
de la lluvia.


*****

ÉLIDA

Nos sobreviven
Élida
nos dejaron sin tiempo para desandar
los golfos de la mala fortuna.
perseguíamos cangrejos de mar
los cuerpos desnudos se abandonaban
sobre los troncos salpicados.
Aún el guardafaros sale de madrugada
al canal de san pedro
él que era tu padre
pero no envejeció.
Y el desconcierto es tu manera
de asediarme
de quebrantarme contra las escolleras
de dejarme entre redes de anémonas
y rayas submarinas y tú
no sobrevives.

*****


OPORTUNIDAD PARA UN CONDENADO A MUERTE

En breve seré nadie, como Ulises (Borges)

Vio el resplandor del crepúsculo contra las casas y los árboles de la orilla opuesta, y el joven del tambor -en la casa de balcones clausurados, remedando las olvidadas faenas de su padre, el pregonero de los bandos- inició el primer toque. Empezó a ahogarse en algo que era como un desdén anticipado, sabiendo que debería apresurarse, reconcentrar ese río huyente que se desataba ahora entre su incredulidad y la certeza de que no alcanzaría a escuchar el tercer toque porque en algún momento desaparecerían las casas y las personas que las habitaban, y se perderían también los árboles y la mañana en que amó a Ofelia Cundumí y se peleó con Antístenes Vallejo.


Se hundió en el banco de madera y encendió una cerilla para dar lumbre al cigarrillo que sostenía distraídamente en la boca. A su alrededor, la gente se ocupaba en los ritos del fm de semana sin lluvias. Por primera vez esas esquinas le parecían ajenas. Por primera vez había abandonado a los amigos una tarde de fin de semana.


Por primera vez también se había sentado a esperar las siete de la noche, hora en la que había nacido, según su madre Irma, a quien le hubiera gustado -eran sus palabras- borrar la fecha de nacimiento de su único hijo, porque ese día había parido al peor ingrato, un desmadrado que se olvidaba de ella cuando se iba a recorrer esas orillas o el ancho mundo.


No faltaron los sobresaltos, las miserables treguas. En el primer momento de esa cadena que concluía, ahora dominaba en un sueño las ruinas de una casona de madera del pasado siglo, en la que alguno de sus antepasados pudo haber habitado, como esclavo o liberto. En el centro, una hoguera ardía sin consumirse. Se encontraba desnudo alrededor de una muchedumbre apacible que lo toleraba. Entonces, el coro congregado en alguno de los que fueron los corredores de la casa, entonó unos acordes en los que Sergio distinguió el jadeo de las fieras acorraladas. Después de entonar tres cánticos interminables, la muchedumbre -uniforme en atuendos y siluetas- se dispersó y esta vez Sergio fue rodeado por las llamas que crecían y amenazaban devorarlo. Despertó sudoroso, con las palpitaciones visibles en cada centímetro de su piel mulata. Pero las preocupaciones le abandonaron pronto: todo había sido un sueño y los sueños no siempre se cumplían como eran, tal como lo había escuchado decir por boca de entendidos en materia de espíritus.


El sobresalto llegó de nuevo ahora, con ese tambor que remedaba frases parecidas al regurgitar del agua y al jadeo de las fieras, como si el joven aprendiz del tambor hubiera recibido en unas horas toda la sabiduría de su antepasado Eloy Perea. Era muy tarde para despedirse de sus pocos amigos, muy tarde para levantarse e incendiar al menos la casa en la que había nacido, en la que habían muerto sus padres y en la que había defendido su soltería contra toda asechanza. La dureza del banco en el que estaba sentado de espaldas a su casa, era incompatible con cualquier sueño. Al frente, el río seguía corriendo hacia la desembocadura, con sus flujos y reflujos. Agradeció el hormigueo que le invadió todo el cuerpo, a la par con una presentida parálisis que sabía lo dejaría sembrado en el banco hasta la agonía. Secretamente conoció los minutos que le restaban de vida, pero también revivió en su memoria todos sus días pasados, los más sublimes y los más infames. Todo lo que había significado nacer y vivir en un pueblo como Concepción de Amagua.


No podía elegir. El hilo de la memoria se le impuso y vio en la oscuridad de los días un embrión sin nombre que crecía en medio de pantanos de sangre, selvas de invisibles cabellos, guerras de envolventes ácidos. Eso crecía dividiéndose sin que pudiera detenerlo, porque tampoco se detendría la mano que golpeaba el tambor ni el resplandor del crepúsculo. El feto crecía en medio de un mar salado y fue testigo de las inmensurables energías empleadas en convertirlo en primate: las mismas que utilizó el universo para encender cualquier estrella. Luego, fuerzas contrarias lo arrastraron de cabeza por un túnel que se dilataba a su paso, arrojándolo ciego en manos de una sosegada anciana de nombre Rosalía Playoneros. Abrió los ojos y los pulmones a ese aire ofensivo y se sintió despojado de un albergue en el que la vida había transcurrido con placidez.


No logró perder detalle alguno, ni siquiera la primera vez que se miró a un espejo. Siguió el rastro del tiempo como la estela sigue al buque y se vio en la torpeza de su infancia, destruyendo los objetos que llegaban a sus manos, desafiando el río en embarcaciones que hacía hundir a su antojo.


Tuvo juegos de perdulario. Prefería los que involucraban carreras desbocadas y destrezas para eludir a los perseguidores, quizá herencia inconsciente de tatarabuelos cimarrones. Contempló miles de veces el árbol de nato cargado con pájaros ariscos, hasta cuando lo derribaron para continuar la calle. Sintió de nuevo el escozor de las camisas de estreno, cada año. Se vio otra vez en sus correrías en busca de nidos de pájaros, con los pantalones estropeados y la consecuente retahíla coronada por los correazos. Revió rostros descoloridos, caras muertas hacía mucho tiempo. Vivió de nuevo la primera tragedia del amor y el poder cuando abofeteó a la niña que no quiso sentarse junto a él en los guayacanes abandonados en el patio de la Escuela Misional. Entendió al fin porque su padre no le había llevado a presenciar el sacrificio de los cerdos que él mismo había ayudado a alimentar: la visión de un asesinato le habría resultado entonces demasiado escabrosa. Salió con el canasto de panes sobre la cabeza y la voz alta para el pregón de todos los sábados después del mediodía. Revivió los paseos dominicales -con las grandes botas de su padre o a veces descalzo- al aeropuerto que habían comenzado a construir desde que tenía memoria y donde por puro orgullo había resistido el ataque de las avispas cajón de toro, trepado en el árbol de uvas silvestres, para demostrarles a sus compañeros de juegos -como todos debían demostrado de alguna manera- que él también era un hombre. Fue luego de ese incidente cuando murió su primer amigo: Luís Ernesto, con el que había compartido aventuras, peleas y rabietas, tanto que al agonizar de tifo gritaba su nombre entre el delirio de la fiebre.


De la Tierra, él era el antípoda de un niño diligente en sus tareas, respetuoso de los mayores, paciente con los padres y ancianos, caballeroso con las mujeres, que nunca se hurgaba las narices en los desfiles de gala ni en las misas cantadas del señor Obispo. Las sotanas de los frailes -sus preceptores- le volvieron a parecer demasiado calurosas e incómodas como para guardarse en ellas todo el día, aunque la profesora Juana Andrade dijera siempre que los sacerdotes y las monjas al arribar a cierto grado de santidad, se convertían en cuerpos semigloriosos y hasta podían prescindir del alimento y de los sanitarios.


También había escuchado narrar a la maestra y papisa Juana los acontecimientos del padre Mera, santo sacerdote que había pasado por ese pueblo en tiempos en que el Diablo quería tomárselo, pero no había previsto la astucia y santidad del padre Mera que lo había desterrado a latigazos, caminando una cuarta por encima del suelo. Le encantó saber cómo un genovés lunático había descubierto América, navegando en carabelas tan frágiles como cáscaras de huevo, que Cristo había resucitado al tercer día y nosotros resucitaríamos también después del Juicio. Sus antepasados -le dijeron- habían venido desde un continente de cataratas y jirafas, hacinados en fétidas bodegas, pero habían sufrido cruzamientos con conquistadores que nos dieron la lengua, la religión y las pestes... Siguió el rastro de su memoria y se encontró con episodios intraducibles o cuya ejecución la había atribuido siempre a otros y aparecían ahora a su costa, con su alegría o su furia entibiadas por el tiempo.


Le quedaban apenas diez minutos para llegar a los treinta años y ya el temblor era perceptible en su cuerpo. Poseyó a la primera mujer en medio de los arbustos del potrero, apartados de la procesión de aguinaldo en la madrugada y tuvo que apagar en la boca de Genith el grito que le provocó el hierro candente que la penetraba por primera vez. Apuró el acto, para responderse tantas preguntas hechas entre amigos en las veladas en las que se habían prometido gozar de los mismos deleites narrados en voz alta por los experimentados, para envidia de los que todavía se masturbaban bajo matas de plátano.


Presenció de nuevo los asesinatos. Los filosos machetes se cruzaron y de un cuello brotó la sangre a borbotones. Años después, el revólver de un policía retumbó en la madrugada y él fue de los primeros curiosos en llegar a contemplar con repulsión los sesos desparramados y el cuerpo ensangrentado de la víctima. Quiso decir ahora: "Protejan al hombre porque se va exterminar por sus propias manos", pero no pudo porque habría perdido muchos años y él era un sentenciado a muerte con la más grande oportunidad concedida a hombre alguno en cualquier época.


Escuchó hablar de las guerras. Sus maestros habían usado tanta vehemencia para describirlas y ensalzar a los héroes, que creyó haber nacido tarde, cuando ya todo lo grande y lo monstruoso se habían sucedido. Era todavía adolescente cuando los nazis declararon la guerra en Europa, pero había ganado los pantalones largos, cuando estalló la bomba en Hiroshima y cuando los primeros cadáveres de la gran Violencia empezaron a descender por los ríos de su propio país al otro lado de la cordillera.


Para entonces las noticias se escuchaban colectivamente en los grandes radios que llegaron a las casas mayores del pueblo. Escuchó de ametrallamientos y ejecuciones masivas en una guerra que transcurrió muy lejos, y supo de bombas que exterminaban arrozales y desprendían la piel. Pero supo también del coraje de unos amarillos que se defendieron con palos y trampas de sus invasores gringos. Llegó por momentos a creer, incluso cuando el supuesto primer hombre pisó la Luna, que todas las noticias eran ilusorias.


No haría nada distinto a perseguir el extremo de ese hilo que lo llevaba hacia la muerte. Y menos ahora cuando acababa de sonar el segundo toque del tambor, invisible para él, oculto entre los balcones enmalezados de una casa cercana y deshabitada por la migración de sus dueños, convertida momentáneamente en refugio de juegos de un jovenzuelo que nada sabía de su drama.


Anduvo en fiestas interminables de marimba y aguardiente casero y luego en las de fonógrafos que se fueron modernizando hasta ser irreconocibles en su origen. Se peleó en broncas de puño libre y amó las correrías por los pueblos de las que regresaba siempre con la historia de una pendencia o de una novia.


Los diarios llegaban con retraso en los primeros hidroaviones. En ellos encontró rostros de actrices a las que deseó en las noches calurosas de sus viajes, junto con otras inalcanzables de nombres nilóticos o medievales que conoció en los textos del colegio y quienes le borraban por momentos a las mujeres que transitaban en carne y hueso por las calles de piedras menudas de su pueblo, algunas compañeras fugaces en cuartos de celestinas y luego en su propio cuarto cuando murieron sus padres (primero él y por último ella), de enfermedades lentas.


Volvió a verse en la iglesia, en las filas tediosas de los años de colegio, en medio de latines que aprendió de memoria. Dejó el plantel en el tercero de secundaria y buscó refugio como aprendiz de mecánica en el taller de Biche Biche. Enterró a sus padres, vio marchar a muchos parientes y se quedó solo en la vieja casa sin que le preocupara la idea de casarse: "Tontería de hombres aburridos", decía.


No fue él quien robó el almacén de la Parroquia, aunque todo el mundo siguiese creyéndolo. Alguien seguramente lo vio pasar en la madrugada del robo y lanzó la especie de que sólo un descreído como él podía haber cometido el sacrilegio de sustraer medallas, escapularios, veladoras, candelabros de plata y otros objetos benditos para venderlos por allí o quizá para utilizados en ritos del Diablo. Cometió infamias, destrozó corazones, viajó para confundirse a sí mismo, vivió al vaivén de cada día, contentó a sus padres con mentiras piadosas cada vez que los enfadaba con sus despropósitos, renunció a muchos sueños a cambio de quedarse en su pueblo, estrenó zapatos de segunda mano, se acostó con mujeres bajo falsas promesas, fue trabajador impuntual, renegó de sus amigos, le gustó acostarse tarde, se emborrachó tantas veces como pudo, obligó al único homosexual de entonces a penitencias aberrantes, envenenó perros, trasegó con indígenas a los que engañó con baratijas, no tuvo piedad con los ancianos, fue inmune a la ternura, pero nunca robó.


Sintió el calor del cigarrillo en los dedos. Las casas comenzaron a perder resplandor. Albergó la esperanza de despertar otra madrugada con los ojos desorbitados en la oscuridad. Pero sentía ya lo inevitable. Era mejor seguir cada segundo de su vida, ser cómplice de esa oportunidad que a nadie le había sido concedida, ser aliado de la nueva pesadilla que ya no lo despertaría sudoroso.


Era él otra vez, con sus veintiocho años de viaje por ríos correntosos, pegado a los motores de popa, cruzando bocanas en las que el aire se agravaba con el barro de las marismas. En algún caserío, bautizado con el nombre de un santo alegre y descuidado, le enseñó por primera y última vez a una mujer su mayor secreto: el número de los lunares de su piel. Por esos días llegó al pueblo un hombre anciano con cara de profeta negro, barbado y canoso hasta la saciedad, con los ojos brillantes de los predestinados, a curar con barro los males de la vida. Comandados por él, varios amigos lo hicieron devolverse a su tierra interiorana, embarcándolo semidesnudo en el primer barco que zarpó hacia el Puerto de la Buenaventura. El temblor de su cuerpo se convirtió en un estertor invencible. Siguió el último rastro. Pasó por el momento de sacar el banco y escuchar el primer toque y encender el cigarrillo. Revivió el sueño y uno a uno todos los eslabones de la cadena que recomenzaba y entonces creyó que su muerte era imposible porque cada instante se repetía en otro y la cadena se hacía interminable.


Sonó el tercer toque y Sergio reconoció los gritos de la danza, el regurgitar del agua y de nuevo el jadeo de las fieras acorraladas. Se borró el crepúsculo ribereño y por una brusca sacudida supo que había cumplido treinta años, supo que era muy tarde para festejar con sus amigos. Entendió finalmente que el mundo no era ilusorio. Se dobló sin fatiga.

El poeta, etnólogo y escritor Alfredo Vanín nace a orillas del río Saija, cerca de Guapi, en 1950. A los catorce años de edad mostró sus dotes poéticos con la escritura de una poesía que él mismo llama amorosa, y que fue recogida en su primer libro de poemas titulado Alegando que Vivo en 1967. El maravilloso entorno de su infancia va plagar toda su obra de una complicada cosmovisión entre afro-descendiente, hispánico e indígena que aparece en sus poemas trenzada como en un laberinto. El estudio de la literatura y la antropología le va a aportar a su bagaje la mitología griega, y la encontraremos en gran parte de su obra creativa siempre en referencia al mar. Entre historias de tundas y sirenas, de antepasados aherrojados y de buscadores de oro y de esperanzas que corresponden a símbolos de esas diferentes culturas, Alfredo Vanín reconstruye el Pacífico Colombiano. En sus poemarios, la naturaleza, el mar, los golfos, los acantilados, los arrecifes, el mangle se convierten en vehículos metafóricos del erotismo y de esa poderosa voluntad de rebeldía y confrontación constante con el statu quo que puede verse mucho mejor reflejada en sus novelas. La obra de Alfredo Vanín puede leerse como un diálogo de culturas muy diversas que han convergido y se han trenzado y han fundado un nuevo universo amalgamado, capaz de dar cuenta de una realidad mucho más compleja, es decir, mucha más heterogénea.


En la literatura del Valle del Cauca, hacía falta un escritor que hiciera relatos sobre la vida de Buenaventura, capital del Pacífico Colombiano. Su obra narrativa es urbana, y está claramente relacionada con Virginia Wolf, James Joyce y Marcel Proust. La memoria es la motivación principal de cada una de las dos obras, y en su aún muy reciente novela, la memoria se configura en el tropo que da estructura a la narración. En Los Restos del Vellcino de Oro (2008) el narrador busca por las calles angostas, maltrechas y oscuras de la periferia de su ciudad al último de un linaje de rebeldes que había conseguido no doblegarse ante la presión del Estado; busca en los lugares invisibles la última pieza viva del rompecabezas de su génesis, cuando la rebeldía los había unido. Ésa búsqueda por la ciudad desencadena también un recorrido por los callejones de sus recuerdos, minas que se encuentran de repente con la realidad y le hacen avanzar en su peripecia, hasta que ésa singladura improvisada lo lleva, al fin, al lugar del encuentro con el fugitivo Santiago. Santiago ha huido por años de los asesinos del Estado y ahora, acorralado, está a punto de salir para siempre de Buenaventura. Su lucha por la justicia social, que es al fin y al cabo parte de la lucha por la libertad, se había convertido en los últimos años en su propia cárcel, aislado, disfrazándose de él mismo para que los asesinos no lo encontraran, y ya se estaba ahogando. El deseo de conservar esa memoria con vida no es un artificio literario, sino que es parte de la concepción histórica de una cultura, para quienes las prácticas orales no son simple "tradición popular", son el registro de sus experiencias colectivas en un lenguaje que les es propio.


Aparte de la cepa cultural del pacífico, Alfredo Vanín habla del cimarronaje y lo actualiza. En Los Resto... la lucha por la libertad se refleja incluso en el erotismo de Telma y el narrador, quienes trazan recorridos urbanos e improvisan encuentros en las encrucijadas de su ciudad. Los dos buscan encontrarse en libertad con el otro, sin singladuras, sin planes preestablecidos, para no traicionar los más profundos anhelos que desde niños han cultivado. La historia de Buenaventura ha sido una historia de infamias ignoradas por el resto del país. Sus calles hierven de luchas clandestinas que son sofocadas por las oscuras fuerzas que ahí anidan. Cómo no sospechar que el puerto colombiano más importante del pacífico se esté hundiendo en sangre. Por fin, un escritor introduce a Buenaventura en el ámbito literario e intenta contar lo que nadie antes ha contado, lo que en todos los demás medios se ignora o se calla. En su poesía, el erotismo también ocupa un lugar determinante, y está atravesado por esa fuerza indestructible de la libertad, que él se encarga de exaltar como un asunto épico.


Su obra lírica está atravesada por la idea de César Vallejo de encontrar un lenguaje poético propio. Es por ello que de ella, y del resto de su obra, no se puede hablar en términos de oralidad pura, por ejemplo, sino de una amalgama pesada y medida minuciosamente por él, y que dio por fin a luz en 1990 con su poemario Cimarrón en la lluvia, la cual es para el autor la obra que revela su arte poética. En Islario (1998), Desarbolados (2004) y Jornadas del Tahúr (2005) revela una nueva dimensión del hombre, apoyándose en ángulos más universales, tales como los relatos míticos recurrentes en diversas culturas de todo el globo, o que son compartidas por el fenómeno de sincretismo, característico de la zona pacífica de Colombia. Cimarrón en la Lluvia ha sido estudiada por Stella Vidal, quien ha dicho que se trata de una poesía sin anécdota. Alfredo Vanín ha sido también invitado en dos ocasiones al Festival de Poesía de Medellín, en 1999 y en 2001.


Como etnólogo, es considerado por muchos como el más apasionado y comprometido representante de la causa afro-colombiana del pacífico. En torno a este tema ha elaborado en compañía de otros grandes investigadores cuatro obras de etnología. El primero con Álvaro Pedrasa, "La vertiente afro-pacífico de la tradición oral" (1986); el segundo con Nina de Friedemann, "La magia y leyenda en el chocó" (1995), el tercero y el cuarto son dos recopilaciones de relatos orales llamados "El príncipe Tulicio" (1986) y "Relatos de mar y selva" (1993). Cabe destacar que estos trabajos le han merecido la atención de investigadores internacionales y ha sido invitado al Festival del Imaginario, Casa de la Cultura del Mundo, en Francia durante el 2008 y la Feria del Libro de Guadalajara en 2007, en que leyó su texto de prosa poética "Ariadna" (este texto puede leerse aquí en el CVI). Entre el 2002 y el 2006, Alfredo estuvo dedicado a desempolvar los documentos de sus trabajos con CINARA (Instituto de Investigación y Desarrollo en Abastecimiento de Agua, Saneamiento Ambiental y conservación del recurso Hídrico), con quienes ha trabajado directamente en varias comunidades marginales de toda índole, en proyectos de conservación de la biodiversidad o de organización comunitaria con el fin de escribir dos guiones documentales sobre los resultados a largo plazo de estos trabajos. Los dos fueron presentados en México y Estocolmo. Este trabajo ha sido parte de su vida siempre, pues desde el comienzo se dio cuenta de la indiferencia con que los gobiernos colombianos han mirado a la mayoría de poblaciones campesinas y étnicas.
Alfredo Vanín vive actualmente en Cali.


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