viernes, 12 de marzo de 2010

Lorca







SONETO GONGORINO EN QUE EL POETA MANDA
A SU AMOR UNA PALOMA

Este pichón del Turia que te mando,
de dulces ojos y de blanca pluma,
sobre laurel de Grecia vierte y suma
llama lenta de amor do estoy parando.
Su cándida virtud, su cuello blando,
en limo doble de caliente espuma,
con un temblor de escarcha, perla y bruma
la ausencia de tu boca está marcando.
Pasa la mano sobre su blancura
y verás qué nevada melodía
esparce en copos sobre tu hermosura.
Así mi corazón de noche y día,
preso en la cárcel del amor oscura,
llora sin verte su melancolía.


Pintora:
Ana de la Puente
Tecnica mixta 190x160cm
Coleccion de la artista
Las Palmas De Gran Canaria







En la luna negra
de los bandoleros,
cantan las espuelas.

Caballito negro.
¿Dónde llevas tu jinete muerto?

...Las duras espuelas
del bandido inmóvil
que perdió las riendas.

Caballito frío.
¡Qué perfume de flor de cuchillo!

En la luna negra
sangraba el costado
de Sierra Morena.

Caballito negro.
¿Dónde llevas tu jinete muerto?

La noche espolea
sus negros ijares
clavándose estrellas.

Caballito frió.
¡Qué perfume de flor de cuchillo!

En la luna negra,
¡un grito! y el cuerno
largo de la hoguera.

Caballito negro.
¿Dónde llevas tu jinete muerto?






Cuando mataron a Lorca,
–porque a Lorca lo mataron–,
el gendarme molestaba a una moza
como campeando un caballo.

Cuando mataron a Lorca,
–porque a Lorca lo mataron–,
sus compatriotas
ni la escudilla ni la cuchara olvidaron.

–Asesinados a la mierda,
Carmen engalanada a la moda
con los vivos se abrazaba
porque con un muerto no se acostaría.

Una conocida gitana
por la chozas deambulaba,
pena sentía por Lorca
a cadáveres la suerte no se acaba.

La vida quedose siendo vida,
y las muecas del hereje,
y los cerdos en su barro amarillo
y tras el corpiño, la rosa.

–Se quedaron la juventud, la vejez,
y los mendigos y los señores,
en la tierra todo se quedó,
sólo Lorca no se quedó.

En una estante polvoriento
haciéndose compañía,
sin creer la muerte de Lorca,
los soldados, Don Quijote.

Que sigan gobernando los ignorantes
y los falsos adivinadores,
pero vives con la esperanza
de los juguetes del Hidalgo.

–En medio de los souvenires del hampa,
levantándose amargamente,
mezclados los trozos de espada gritaban:
¿Dónde estás, Lorca?

A ti ni el sauce ni el olmo
te pasaron por alto
porque eres tan inmortal
como uno de nosotros, como un Don Quijote.

Y cantaron las hierbas del trigo
y trompetearon los zorzales
que no mataron a Lorca
cuando a Lorca lo mataron.
Rolando Alarcón






Arbolé, arbolé
seco y verdé.

La niña del bello rostro
está cogiendo aceituna.
El viento, galán de torres,
la prende por la cintura.
Pasaron cuatro jinetes
sobre jacas andaluzas
con trajes de azul y verde,
con largas capas oscuras.
«Vente a Córdoba, muchacha».
La niña no los escucha.
Pasaron tres torerillos
delgaditos de cintura,
con trajes color naranja
y espadas de plata antigua.
«Vente a Sevilla, muchacha».
La niña no los escucha.
Cuando la tarde se puso
morada, con luz difusa,
pasó un joven que llevaba
rosas y mirtos de luna.
«Vente a Granada, muchacha».
Y la niña no lo escucha.
La niña del bello rostro
sigue cogiendo aceituna,
con el brazo gris del viento
ceñido por la cintura.

Arbolé arbolé
seco y verdé












Las manos de mi cariño
te están bordando una capa
con agremán de alhelies
y con esclavinas de agua.

Cuando fuiste novio mío
por la primavera blanca,
los cascos de tu caballo
cuatro sollozos de plata.

La luna es un pozo chico
las flores no valen nada;
lo que valen son tus brazos
cuando de noche me abrazas.

Tengo los ojos azules,
y el corazoncito igual
que la cresta de la lumbre.

De noche me salgo al campo
y me harto de llorar
de ver que te quiero tanto
y tú no me quieres ná.

La luna es un pozo chico
las flores no valen nada;
lo que valen son tus brazos
cuando de noche me abrazas.

Veinticuatro horas del día,
veinticuatro horas que tiene;
si tuviera veintisiete,
tres horas más te querria.

Este gitano está loco,
loco que le van a atar;
que lo que sueña de noche
quiere que sea verdad.

La luna es un pozo chico
las flores no valen nada;
lo que valen son tus brazos
cuando de noche me abrazas








Y yo que me la lleve al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.

Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toque sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.

Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.








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Solterona 3: (En el piano.)

Madre, llévame a los campos
con la luz de la mañana
a ver abrirse las flores
cuando se mecen las ramas.
Mil flores dicen mil cosas
para mil enamoradas,
y la fuente está contando
lo que el ruiseñor se calla.

Rosita:

Abierta estaba la rosa
con la luz de la mañana;
tan roja de sangre tierna,
que el rocío se alejaba;
tan caliente sobre el tallo,
que la brisa se quemaba;
¡tan alta!, ¡cómo reluce!
¡Abierta estaba!

Solterona 3:

"Sólo en ti pongo mis ojos",
el heliotropo expresaba.
"No te querré mientras viva",
dice la flor de la albahaca.
"Soy tímida", la violeta.
"Soy fría", la rosa blanca.
Dice el jazmín: "Seré fiel";
y el clavel: "¡Apasionada!"

Solterona 2:

El jacinto es la amargura;
el dolor, la pasionaria.

Solterona 1:

El jaramago, el desprecio;
y los lirios, la esperanza.









Amor, amor, que está herido,
herido,
de amor huido.
Herido,
muerto de amor.
Decid a todos que ha sido
el ruiseñor.
Herido,
muerto de amor.

Bisturí de cuatro filos,
garganta rota,
y olvido.
Cógeme la mano, amor,
que vengo muy malherido,
herido,
de amor huido.
Herido,
muerto de amor.










Noche de amor insonme
Noche arriba los dos con luna llena,
yo me puse a llorar y tú reías.
Tu desdén era un dios, las quejas mías
momentos y palomas en cadena.

Noche abajo los dos. Cristal de pena,
llorabas tú por hondas lejanías.
Mi dolor era un grupo de agonías
sobre tu débil corazón de arena.

La aurora nos unió sobre la cama,
las bocas puestas sobre el chorro helado
de una sangre sin fin que se derrama.

Y el sol entró por el balcón cerrado
y el coral de la vida abrió su rama
sobre mi corazón amortajado














Ian Gibson presenta 'Lorca y el mundo gay'


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