sábado, 27 de marzo de 2010

Gonzalo Rojas




Víctima del desorden que impide el desarrollo de mi mundo,
no me lamento de esto ni lo otro.
Sufro, velo y trabajo
como si cada noche tuviera que morirme,
porque debo ganarme la vida para siempre.

En vano me quisiera pasar entre los pechos y las blancas rodillas
descubriendo un tesoro,
sepultado en el blando sopor del desenfreno,
y en vano me aturdiera en el festín
de tanta carne humana.

En vano fuera rey, y en vano fuera Dios,
porque siempre hallaría debajo de mi almohada,
como un aviso de que ya estoy muerto,
un gran charco de sangre.

Ese charco es la sangre de mi madre, mi origen,
que me dice: -¿Qué has hecho con mi sangre?
¿Por qué la has enterrado debajo del placer?
¿Por qué no te la bebes para que te conviertas
a la fiel realidad? ¿Por qué no eres un hombre
tanto en el entusiasmó como en el sacrificio?
-Oh sangre
que me acosas
hasta en mi propio sueño:
tú sola me despiertas con tu aullido.
Tú sola me revelas el abismo en que apoyo
mi cabeza. Tú sola me libras de caer
víctima del desorden que impide el desarrollo de mi mundo en el mundo.

El desorden empieza donde termina el fuego,
y donde empieza el humo,
más allá de las negras cortinas que preservan el inmundo espectáculo,
bajo la ceremonia que agacha la cabeza, bajo el viento litúrgico
del órgano que sopla convirtiendo en arcángeles los vapores espesos;
donde empieza el disfraz, la peste, la piedad
de las leyes humanas y divinas,
en el comercio, en la traición, allí
donde la muerte mete su mano corruptora.

De La miseria del hombre, 1948






Abro mis labios , y deposito en la atmòsfera un torrente de sol ,

como un suicida que pone su semilla en el aire

cuando hace estallar sus sesos en el resplandor del laberinto .

Ya sè que el esol de la muerte me està haciendo girar en un eterno

proces

de rotaciòn y traslaciòn llamado falsamente Poesìa .

A veces , como hoy , esta aparente confusiòn me hace reìr a carcajadas.

Este torbellino de palabras volcànicas como una erupciòn ,

que son una amenaza para los sacerdotes del sonete y el nùmero .

Pero es un sol innumerab le lo que me sale por la boca ,

como un vòmito de encendido carbòn que me abrazara las ideas y las

visceras.

Estoy perdido para el mundo ,

aunque mi reino sean todos los mundos posibles ,

porque yo soy el testigo de mi propia creaciòn .

Mi creaciòn es mi pasiòn . Por eso hago soplar los vientos

para que den testimonio de mis llamas .

Yo estoy en el medio de las pasiones que imitan la ululaciòn de mi

còlera ,

porque de los apasionados es mi reino .

Cada làgrima derramada con pasiòn es un grano de arena robado al

desierto del vacìo .

Cada beso es una llama para el resplandor de los muertos ,

Que el tiempo de los encantos es un baile de màscaras ,

y nada vale rehuir su hechizo ,

Las personas son màscaras , y laa acciones juegos de enmascarados .

Los deseos contribuyen al desarrollo normal de la farsa.

Los hombres denominan toda esta multiplicidad de seres y fenòmenos ,

y consumen el tesoro de sus dìas disfrazàndose de muertos .

Yo vi el principio de esta especie de reptil y de nube .

Se reunìan por la noche de la cavernas .

Dormàin juntos para reproducirse .

Todos estaban solos con sus cuerpos desnudos .

En sus sueños volaban como todos los niños ,

pero estaban seguros de su vuelo .

He nacido para conducirlos por el paso terrestre .

Sòlo la luz orgullosa del hombre encadenado .

Soy el torrente que echa a volar la moda y la costumbre ,

y me encarno en los hombres de mil naturalezas

porque gusto mostrarme como un monstruo ,

para que el hombre entienda cuàndo soplan mis vientos .

Yo canto por la lengua de los arrebatados ,

los que me identifican con su sangre y su rostro .

Todo hombre vuelve a mi cuando sube a buscar

el origen de su soledad que tanto lo alucina .

Cuando niños , los hombres me dan su corazòn .

Despuès empiezan a podrirse ,

y pierden el contacto con su animal sagrado .

El hombre que querìa ser Dios se esta muriendo desde el comienzo

de sus dìas .

El guerrero que quiso toda la superficie del planeta

se està muriendo .

El hombre que soñaba

la conquista del sol se està cada mañana obscureciendo .

Todo , y todo ,

y todo

se està muriendo de sì mismo .

Pero yo soy el viento que sopla sobre el mar del tormento y del gozo .

El que arranca a los moribundos su màs bella palabra .

El que ilumina la respiraciòn de los vivientes .

El que aviva el fuego fragmentario de los pasajeros sonàmbulos .

Yo soy el viento de su origen

que sopla donde quiere .

Mis alas invisilbles

estàn grabadas en su esqueleto .

En este instante

todos los hombres estàn oyendo mi golpe y mi palabra ,

pero los dejo en libertad








Sin tener qué decir, pero profundamente
destrozado, mi espíritu vacío
llora su desventura
de ser un soplo negro para las rosas blancas,
de ser un agujero por donde se destruye
la risa del amor, cuyos dos labios
son la mujer y el hombre.

Me duele verlos fuertes y felices
jurarse un paraíso en el pantano
de la noche terrestre,
extasiados de olerse y acecharse
como los muertos, solos.

"Oh amantes: no durmáis hasta la aurora,
hasta que el sol reemplace vuestra furia
y entre por las cortinas a besaros los ojos.
No durmáis, Juventud, que la Vejez
os espía detrás de la ventana
con su cara invisible".

"No durmáis, proseguid
vuestra lucha, templad
sin cesar vuestras arma seductoras
con el tacto insaciable, con la sed
del primer huracán, a sangre y fuego.
No durmáis. Que el furor
os libre de mis manos asesinas".

"Soy vuestra peste. Soy
el que os sopla al oído la verdad de la tierra,
los designios aciagos:
he perdido mi cuerpo, porque yo soy la voz
de los cuerpos perdidos".

"No durmáis, hasta el sol.
No durmáis, mis hermosos amantes. No escuchéis
las olas del abismo".

Todos me ven y me oyen,
todos me temen, todos los que sufren el tiempo
como una pesadilla indescifrable,
y todos me preguntan quién soy, pero es inútil:
mi máscara es la noche.



de "La miseria del hombre" 1948





viernes, 26 de marzo de 2010

Mari Trini





Nació en Caravaca de la Cruz, Murcia, España, el 12 de julio de 1947[1] , aunque a muy temprana edad se trasladó a Madrid con su familia, en la que no existía tradición artística.

Alumna de un colegio religioso, su infancia se vio marcada por una enfermedad que la obligó a permanecer en cama desde los siete años hasta los catorce. Quizá por eso salió de su casa con ganas de libertad y en busca de amplios horizontes. Durante su convalecencia comenzó a interesarse por la música, aprovechó para aprender a tocar la guitarra y empezó a componer sus primeras canciones.

http://es.wikipedia.org/wiki/Mari_Trini

Belén Reyes



Belén Reyes nace en Madrid el 22 de octubre de 1964. Poeta y
narradora ha publicado varios libros de poesía. “Desnatada” (1992),
con prólogo de Gloria Fuertes y Ángela Serna, del que se muestra un
poema en este archivo. “Fotograma de mujer” (1997), “La carta” (1999)
y “Ponerle un bozal al corazón” (2002), con prólogo de Cristina Peri
Rossi, representado aquí con dos poemas. A “Atrévete a olvidarme”
(2007), su último poemario hasta la fecha, pertenecen los restantes poemas. Se añadirá un poema inédito
http://www.arnillas.net/poesia/Belen_Reyes.pdf

Virginia Lago

Manuel del Cabral

Ahora estás aquí.
¿Pero puedes estar?
Tú dices que te llamas... Pero no, no te llamas...
Desde que tengas nombre comienzo a no respirarte,
a confirmar que no existes,
y es probable que desde entonces no te nombre,
porque cualquier detalle, una línea, una curva,
es material de fuga;
porque cada palabra es un poco de forma,
un poco de tu muerte.
Tu puro ser se muere de presente.
Se muere hacia el contorno.
Se muere hacia la vida.

Leopoldo Marechal

DE LA CORDURA

Con pie de pluma recorrí tu esfera,
Mundo gracioso del esparcimiento;
Y no fue raro que jugara el viento
Con la mentira de mi primavera.

Dormido el corazón, extraño fuera
Que hubiese dado lumbre y aposento
Al suplicante Amor, cuyo lamento
Llama de noche al corazón y espera.

Si, fría el alma y agobiado el lomo,
Llegué a tu soledad reveladora
Con pie de pluma y corazón de plomo,

¡Deja que un arte más feliz asuma,
Gracioso mundo, y que te busque ahora
Con pie de plomo y corazón de pluma!


Leopoldo Marechal - Descubrimiento de la Patria
Cargado por elortiba. -

Olga Orozco


Los reflejos infieles



Me moldeó muchas caras esta sumisa piel,adherida en secreto a la palpitación de lo invisiblelo mismo que una gasa que de pronto revela figurasemboscadas en la vaga sustancia de los sueños.Caras como resúmenes de nubes para expresar la intraducible travesía;mapas insuficientes y confusos donde se hunden los cielos y emergen los abismos.Unas fueron tan leves que se desgarraron entre los dientes de una sola noche.Otras se abrieron paso a través de la escarcha, como proas de fuego.Algunas perduraron talladas por el heroico amor en la memoria del espejo;algunas se disolvieron entre rotos cristales con las primeras nieves.Mis caras sucesivas en los escaparates veloces de una historia sin paz y sin costumbres:un muestrario de nieblas, de terror, de intemperies.Mis caras más inmóviles surgiendo entre las aguas de un ágata sin fondo que presagia la muerte,solamente la muerte, apenas el reverso de una sombra estampada en el hueco de la separación.Ningún signo especial en estas caras que tapizan la ausencia.Pero a través de todas, como la mancha de ácido que traspasa en el álbum los ambiguos retratos,se inscribió la señal de una misma condena:mi vana tentativa por reflejar la cara que se sustrae y que me excede.El obstinado error frente al modelo.


a Valerio

Que pueda el camino subir hasta alcanzarte.
Que pueda el viento soplar siempre a tu espalda.
Que pueda el sol brillar cálidamente sobre tu rostro
y las lluvias caer con dulzura sobre tus campos,
y hasta que volvamos a encontramos
que Dios te sostenga en la palma de su mano.
(Oración irlandesa)

¡Ya se fue! ¡Ya se fue! -se queja la torcaza.
el lamento se expande de hoja en hoja,
de temblor en temblor, de transparencia en transparencia,
hasta envolver en negra desolación el plumaje del mundo.
-¡Ya se fue! ¡Ya se fue! -como si yo no viera.
Y me pregunto ahora cómo hacer para mirar de nuevo una torcaza,
para volver a ver una bahía, una columna, el fuego, el humo de la sopa,
sin que tus ojos me aseguren la consistencia de su aparición,
sin que tu mano me confirme la mía.
Será como mirar apenas los reflejos de un espejo ladrón,
imágenes saqueadas desde las maquinarias del abismo,
opacas, andrajosas, miserables.
¿Y qué será tu almohada, y qué será tu silla,
y qué serán tus ropas, y hasta mi lecho a solas, si me animo?
Posesiones de arena,
sólo silencio y llagas sobre la majestad de la distancia.
Ah, si pudiera encontrar en las paredes blancas de la hora más cruel
esa larga fisura por donde te fuiste,
ese tajo que atravesó el pasado y cortó el porvenir,
acaso nos veríamos más desnudos que nunca, como después de nunca,
como después del paraíso que perdimos,
y hasta quizás podríamos nombrarnos con los últimos nombres,
esos que solamente Dios conoce,
y descubrir los pliegues ignorados de nuestra propia historia
cubriendo las respuestas que callamos,
incrustadas tal vez como piedras preciosas en el fondo del alma.
Todo lo que ya es patrimonio de sombras o de nadie.
Pero acá sólo encuentro en mitad de mi pecho
esta desgarradura insoportable cuyos bordes se entreabren
y muestran arrasados todos los escenarios donde tú eres el rey
-un instantáneo calco del que fuiste, un relámpago apenas-
bajo la rotación del infinito derrumbe de los cielos.
Fuera de mí la nube dice “No”, el viento dice “No”, las ramas dicen “No”,
y hasta la tierra entera que te alberga,
esa tierra dispersa que ahora es sólo una alrededor de ti,
se aleja cuando llamo.
¿Cómo saber entonces d0nde estás en este desmedido, insaciable universo,
donde la historia se confunde y los tiempos se mezclan y los lugares se deslizan,
donde los ríos nacen y mueren las estrellas,
y las rosas que me miran en Paestum no son las que nos vieron
sino tal vez las que miró Virgilio?
¿Cómo acertar contigo,
si aun en medio del día instalabas a veces tu silencio nocturno,
inabordable como un dios, ensimismado como un árbol,
y tu delgado cuerpo ya te sustraía?
Aléjate, memoria de pared, memoria de cuchara, memoria de zapato.
No me sirves, memoria, aunque simules este día.
No quiero que me asistas con mosaicos, ni con palacios, ni con catedrales.
Húndete, piedra de la Navicella, junto al cisne de Brujas,
bajo las noches susurradoras de Venecia.
Sopla, viento de Holanda, sobre los campos de temblorosas amapolas,
deshoja los recuerdos, barre los ecos y la lejanía.
No quiero que sea nunca para siempre ni siempre para nunca.
Juguemos a que estamos perdidos otra vez entre los laberintos de un jardín.
Encuéntrame, amor mío, en tu tiempo presente.
Mírame para hoy con tus ojos de miel, de chispas y de claro tabaco.
Sé que a veces de pronto me presencias desde todas partes.
Tal vez poses tu mano lentamente como esta lluvia sobre mi cabeza
o detengas tus pasos junto a mí en pálida visitación conteniendo el aliento.
He conseguido ver el resplandor con que te llevan cuando te persigo;
he aspirado también, señor de las plantaciones y las flores,
el aroma narcótico con que me abrazas desde un rincón vacío de la casa,
y he oído en el pan que cruje a solas el pequeño rumor con que me nombras,
tiernamente, en secreto, con tu nuevo lenguaje.
Lo aprenderé, por más que todo sea un desvarío de lugares hambrientos,
una forma inconclusa del deseo, una alucinación de la nostalgia.
Pero aun así, ¿qué muro es insoluble entre nosotros?
¡Hemos huido juntos tantos años entre las ciénagas y los tembladerales
delante de las fieras de tu mal
cubriendo la retirada con el sol, con la piel, con trozos de la fiesta,
con pedazos inmensos del esplendor que fuimos, hasta que te atraparon!
Anudaron tu cuerpo, ya tan leve, al miedo y al azar,
y escarbó en tus tejidos la tiniebla monarca con uñas y con dientes ,
mientras dábamos vueltas en la trampa, sin hallar la salida.
La encontraste hacia arriba, y lograste escapar a pura pérdida, de caída en caída.
Aún nos queda el amor:
esa doble moneda para poder pasar a uno y otro lado.
Haz que gire la piedra, que te traiga de nuevo la marea,
aunque sea un instante, nada más que un instante.
Ahora, cuando podrás mirar tan “fijamente el sol como la muerte” ,
no querrás apagarlo para mí ni querrás extraviarme detrás de los escombros,
por pequeña que sea mirada desde allá,
aun menos que una nuez, que una brizna de hierba que unos granos de arena.
Y porque a veces me decías: “Tú hiciste que la luz fuera visible”,
y otra vez descubrimos que la muerte se parece al amor
en que ambos multiplican cada hora y lugar por una misma ausencia,
yo te reclamo ahora en nombre de tu sol y de tu muerte una sola señal,
precisa, inconfundible, fulminante, como el golpe de gracia que parte en dos el muro
y descubre un jardín donde somos posibles todavía,
apenas un instante, nada más que un instante,
tú y yo juntos, debajo de aquel árbol
copiados por la brisa de un momento cualquiera de la eternidad.







Sida V.I.H


Juan Gelman









Escribo en el olvido
en cada fuego de la noche
cada rostro de ti.
Hay una piedra entonces
donde te acuesto mía,
...ninguno la conoce,
he fundado pueblos en tu dulzura,
he sufrido esas cosas,
eres fuera de mí,
me perteneces extranjera.

LO QUE PASA
Yo te entregué mi sangre, mis sonidos,
mis manos, mi cabeza,
y lo que es más, mi soledad, la gran señora,
como un día de mayo dulcísimo de otoño,
...y lo que es más aún, todo mi olvido
para que lo deshagas y dures en la noche,
en la tormenta, en la desgracia,
y más aún, te di mi muerte,
veré subir tu rostro entre el oleaje de las sombras,
y aún no puedo abarcarte, sigues creciendo
como un fuego,
y me destruyes, me construyes, eres oscura como la luz

La muchacha del balcón

La tarde bajaba por esa calle junto al puerto
Con paso lento, balanceándose, llena de olor,
Las viejas casas palidecen en tardes como ésta,
...Nunca es mayor su harapienta melancolía
Ni andan más tristes de paredes,
En las profundas escaleras brillan fosforescencias
.......................................................como de mar,
ojos muertos tal vez que miran a la tarde como si
..........................................................recordaran,eran las seis, una dulzura detenía a los desconocidos,
una dulzura como de labios de la tarde, carnal,
............................................................carnal,
los rostros se ponen suaves en tardes como ésta,
arden con una especie de niñez
contra la oscuridad, el vaho de los dancings.Esa dulzura era como si cada uno recordara a una
..................................................................mujer
Sus muslos abrazados, la cabeza en su vientre,
El silencio de los desconocidos
Era un oleaje en medio de la calle
Con rodillas y rostros de ternura chocando
Contra el "New Inn", las puertas, los umbrales de
.......................................................color abandono.Hasta que la muchacha se asomó al balcón
de pie sobre la tarde íntima como su cuarto con la
.......................................................cama deshechadonde todos creyeron haberla amado alguna vez
antes de que viniera el olvido.

Ahorita

Tierna, tierna cosa es
el tiempo que deriva en una palabra
sin puerto. Gozar la luna sin
sacrificio, ni
lo malo triste pisado,
el rayo en su trabajo.
¿Quién puede oír las guerras didácticas del pecho?
¿Brasas que los sentidos disfrazan
de un lado al otro de los cuentos?
Se oxidaron los goznes
del deseo a la espera del deseo,
ahorita, ahorita, dicen
almas piadosas inflamadas.
En las rocas que rompen por la mitad en el cielo
hay caminos, distancias,
carpinteros del ser.
El uno y el amor se juntan
en ignorancias, pájaros
que se murieron
jóvenes, los entierran, hay
hermanos en la hora,
un frío ardiente todavía


Designios

Te derriba el espejo
de la espada blandida mal, las confesiones
del colibrí que mató la tormenta.
En las extremidades del reloj
el ojo que sirve para ver
es mirado, no duerme, crea visiones y
destrezas del peligro.
La ilusión que devora su raza
quiere cambiar podredumbres,
cenizas de una llave.
El elixir de una rosa blanca
abre sus brazos a lo que pudo ser,
no miente, ella sí.
La salud de la razón es débil,
en sus nubes que oscilan
entre el lamento y la vida al revés,
ángeles furiosos dan lecciones
del deseo que no se va a apagar.


La boca

A José Angel Valente
In memoriam

Como el azar que todo domina
y el encuentro con lo que nunca
pasó en el pasado abre
aromas deliciosos del alma.
Como el viento que dialoga con
lo malobueno de la tierra,
la férrea lanza, el escorpión
que roía la libertad del pulso.
Teresa que pasabas
con bonete amarillo en un burro
que te donó la fe.
Por qué no fuiste más de prisa,
tiempo,
para que José Ángel viera
semillas del mar doble
que en los flautines fingen
una paloma rota y nacieron
de las plantas oscuras de tu profanación
palabras que envolvían
el hacia dónde y para qué.
Maestro de ausencias amadas
que albergaste en un canario triste
y nunca te cantó.
Hijo de astros ocupados,
escrito en una carta muy larga
donde el diamante llora.
De los reflujos de la enfermedad
nació una cabellera de espanto
que creó la no vida.
Los astros lamen
cielos sin causa,
inviernos fríos del tren
que te llevó a tierras del desafío espiritual
donde nada está dicho
nunca, nada.
La música corta pergaminos
de eternidades que no existen.
Allá se fue la visión
de abismos que encierran todas las cosas y
lastimaban tu corazón de fuego.
Flota de voces extrañas flota
en una mano sin perdón.
Tus viajes a la lengua
brillan en páginas secas que incendia
una hoja de otoño.
Hermano de la pérdida,
el tiempo que esperabas
vivió en tu boca.




Preguntas
Ya que navegas por mi sangre y conoces mis límites
y me despiertas en la mitad del día para acostarme
en tu recuerdo y eres furia de mi paciencia para
mí dime qué diablos hago por qué te necesito quién eres muda
sola recorriéndome razón de mi pasión
por qué quiero llenarte solamente de mí y abarcarte
acabarte mezclarme a tus huesitos y eres única
patria contra las bestias el olvido

Una mujer y un hombre
Una mujer y un hombre llevados por la vida,
una mujer y un hombre cara a cara
habitan en la noche, desbordan por sus manos,
se oyen subir libres en la sombra,
sus cabezas descansan en una bella infancia
que ellos crearon juntos, plena de sol, de luz,
una mujer y un hombre atados por sus labios
llenan la noche lenta con toda su memoria,
una mujer y un hombre más bellos en el otro
ocupan su lugar en la tierra.

(Sin título)
El pájaro se desampara en su
vuelo/quiere olvidar las alas/
subir de la nada al vacío donde será materia y se acuesta
como luz en el sol/es
lo que no es todavía/igual al sueño
del que viene y no sale/traza
la curva del amor con muerte/va
de la coincidencia al mundo/se encadena
a los trabajos de su vez/retira
el dolor del dolor/dibuja
su claro delirio
con los ojos abiertos/canta
incompletamente
Juan Gelman

martes, 23 de marzo de 2010

Luis Cernuda



No hace al muerto la herida,
Hace tan sólo un cuerpo inerte;
Como el hachazo al tronco,
Despojado de sones y caricias,
Todo triste abandono al pie de cualquier senda.
Bien tangible es la muerte;
Mentira, amor, placer no son la muerte.
La mentira no mata,
Aunque su filo clave como puñal alguno;
El amor no envenena,
Aunque como un escorpión deje los besos;
El placer no es neufragio,
Aunque vuelto fantasma ahuyente todo olvido.
Pero tronco y hachazo,
Placer, amor, mentira,
Beso, puñal, naufragio,
A la luz del recuerdo son heridas
De labios siempre ávidos;
Un deseo que no cesa,
Un grito que se pierde
Y clama al mundo sordo su verdad implacable.
Voces al fin ahogadas con la voz de la vida,
Por las heridas mismas,
Igual que un río, escapando;
Un triste río cuyo fluir se lleva
Las antiguas caricias,
El antiguo candor, la fe puesta en un cuerpo



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Yo no te conocía, tierra; con los ojos
inertes, la mano aleteante, lloré todo
ciego bajo tu verde sonrisa, aunque,
alentar juvenil, sintiera a veces un
tumulto sediento de postrarse, como
huracán henchido aquí en el pecho;
ignorándote, tierra mía, ignorando tu
alentar, huracán o tumulto, identicos en
esta melancólica burbuja que yo soy a quien
tu voz de acero inspirara un menudo vivir.
Bien sé ahora que tú eres quien me dicta
esta forma y este ansia; sé al fin que el
mar esbelto, la enamorada luz, los niños
sonrientes, no son sino tú misma; que los
vivos, los muertos, el placer y la pena,
la soledad, la amistad, la miseria, el
poderoso estúpido, el hombre enamorado,
el canalla, son tan dignos de mí como de
ellos yo lo soy; mis brazos, tierra, son
ya más anchos, ágiles, para llevar tu afán
que nada satisface.


El amor no tiene esta o aquella forma,
no puede detenerse en criatura alguna;
todas son por igual viles y soñadoras.
Placer que nunca muere beso que nunca
muere, sólo en ti misma encuentro,
tierra mía. Nimbos de juventud,
cabellos rubios o sombríos, rizosos
o lánguidos como una primavera,
sobrecuerpos cobrizos, sobre radiantes
cuerpos que tanto he amado inútilmente,
no es en vosotros donde la vida está,
sino en la tierra, en la tierra que
aguarda, aguarda siempre con sus labios
tendidos, con sus brazos abiertos.


Dejadme, dejadme abarcar, ver unos
instantes este mundo divino que ahora
es mío, mío como lo soy yo mismo, como
lo fueron otros cuerpos que estrecharon
mis brazos, como la arena, que al besarla
los labios finge otros labios, dúctiles
al deseo, hasta que el viento lleva
sus mentirosos átomos.


Como la arena, tierra, como la arena
misma, la caricia es mentira, el amor
es mentira, la amistad es mentira.
Tú sola quedas con el deseo, con este
deseo que aparenta ser mío y ni siquiera
es mío, sino el deseo de todos, malvados,
inocentes, enamorados o canallas.


Tierra, tierra y deseo.
Una forma perdida





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Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido





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A UN POETA FUTURO

No conozco a los hombres. Años llevo
De buscarles y huirles sin remedio.
¿No les comprendo? ¿O acaso les comprendo
Demasiado? Antes que en estas formas
Evidentes, de brusca carne y hueso,
Súbitamente rotas por un resorte débil
Si alguien apasionado les allega,
Muertos en la leyenda les comprendo
Mejor. Y regreso de ellos a los vivos,
Fortalecido amigo solitario,
Como quien va del manantial latente
Al río que sin pulso desemboca.

No comprendo a los ríos. Con prisa errante pasan
Desde la fuente al mar, en ocio atareado.
Llenos de su importancia, bien fabril o agrícola;
La fuente, que es promesa, el mar sólo la cumple,
El multiforme mar, incierto y sempiterno.
Como en fuente lejana, en el futuro
Duermen las formas posibles de la vida
En un sueño sin sueños, nulas e inconscientes,
Prontas a reflejar la idea de los dioses.
Y entre los seres que serán un día
Sueñas tu sueño, mi imposible amigo.

No comprendo a los hombres. Mas algo en mí responde
Que te comprendería, lo mismo que comprendo
Los animales, las hojas y las piedras,
Compañeros de siempre silenciosos y fieles.
Todo es cuestión de tiempo en esta vida,
Un tiempo cuyo ritmo no se acuerda,
Por largo y vasto, al otro pobre ritmo
De nuestro tiempo humano corto y débil.
Si el tiempo de los hombres y el tiempo de los dioses
Fuera uno, esta nota que en mí inaugura el ritmo,
Unida con la tuya se acordaría en cadencia,
No callando sin eco entre el mudo auditorio.

Mas no me cuido de ser desconocido
En medio de estos cuerpos casi contemporáneos,
Vivos de modo diferente al de mi cuerpo
De tierra loca que pugna por ser ala
Y alcanzar aquel muro del espacio
Separando mis años de los tuyos futuros.
Sólo quiero mi brazo sobre otro brazo amigo,
Que otros ojos compartan lo que miran los míos.
Aunque tú no sabrás con cuánto amor hoy busco
Por ese abismo blanco del tiempo venidero
La sombra de tu alma, para aprender de ella
A ordenar mi pasión según nueva medida.

Ahora, cuando me catalogan ya los hombres
Bajo sus clasificaciones y sus fechas,
Disgusto a unos por frío y a los otros por raro,
Y en mi temblor humano hallan reminiscencias
Muertas. Nunca han de comprender que si mi lengua
El mundo cantó un día, fue amor quien la inspiraba.
Yo no podré decirte cuánto llevo luchando
Para que mi palabra no se muera
Silenciosa conmigo, y vaya como un eco
A ti, como tormenta que ha pasado
Y un son vago recuerda por el aire tranquilo.

Tú no conocerás cómo domo mi miedo
Para hacer de mi voz mi valentía,
Dando al olvido inútiles desastres
Que pululan en torno y pisotean
Nuestra vida con estúpido gozo,
La vida que serás y que yo casi he sido.
Porque presiento en este alejamiento humano
Cuan míos habrán de ser los hombres venideros,
Cómo esta soledad será poblada un día.
Aunque sin mí, de camaradas puros a tu imagen.
Si renuncio a la vida es para hallarla luego
Conforme a mi deseo, en tu memoria.

Cuando en hora tardía, aún leyendo
Bajo la lámpara luego me interrumpo
Para escuchar la lluvia, pesada tal borracho
Que orina en la tiniebla helada de la calle,
Algo débil en mí susurra entonces:
Los elementos libres que aprisiona mi cuerpo
¿Fueron sobre la tierra convocados
Por esto sólo? ¿Hay más? Y si lo hay ¿adonde
Hallarlo? No conozco otro mundo si no es éste,
Y sin ti es triste a veces. Ámame con nostalgia,
Como a una sombra, como yo he amado
La verdad del poeta bajo nombres ya idos.

Cuando en días venideros, libre el hombre
Del mundo primitivo a que hemos vuelto
De tiniebla y de horror, lleve el destino
Tu mano hacia el volumen donde yazcan
Olvidados mis versos, y lo abras,
Yo sé que sentirás mi voz llegarte,
No de la letra vieja, mas del fondo
Vivo en tu entraña, con un afán sin nombre
Que tú dominarás. Escúchame y comprende.
En sus limbos mi alma quizá recuerde algo,
Y entonces en ti mismo mis sueños y deseos
Tendrán razón al fin, y habré vivido


Pintor:
Tomaso Hernandez
Marzo 1992-3






Que te quiero más que a nadie y más que a nada,
te lo he dicho con mis ojos centinelas,
te lo he dicho con mis manos que te celan,
te lo he dicho con mi lengua enamorada.

Que te quiero más que a cualquier otra cosa
te lo he dicho con el sol y los cometas,
te lo he dicho con el viento y la veleta,
te lo he dicho con el agua luminosa.

Que te quiero, te quiero, mujer.
Que te quiero y no hay nada que hacer.
Más que a nadie
Que te quiero sobre todas las mujeres,
te lo he dicho con el pan de cada día,
te lo he dicho con el miedo y la alegría,
con el tedio que nos mata y que nos muere.

Que te quiero como nunca te han querido,
te lo he dicho recreándome en la suerte,
más allá de la vida con la muerte,
más allá del amor con el olvido.

Que te quiero, te quiero, mujer.
Que te quiero y no hay nada que hacer.

Más que a nadie y más que a nada.
Pintor:
Tomaso Hernandez
Marzo 1992-3










Pintor:
Tomaso Hernandez
Marzo 1992-3






Te quiero

Te lo he dicho con el viento,
jugueteando como animalillo en la arena
o iracundo como órgano impetuoso;

Te lo he dicho con el sol,
que dora desnudos cuerpos juveniles
y sonríe en todas las cosas inocentes;

Te lo he dicho con las nubes,
frentes melancólicas que sostienen el cielo,
tristezas fugitivas;

Te lo he dicho con las plantas,
leves criaturas transparentes
que se cubren de rubor repentino;

Te lo he dicho con el agua,
vida luminosa que vela un fondo de sombra;
te lo he dicho con el miedo,
te lo he dicho con la alegría,
con el hastío, con las terribles palabras.

Pero así no me basta:
más allá de la vida,
quiero decírtelo con la muerte;
más allá del amor,
quiero decírtelo con el olvido.








Como una vela sobre el mar
resume ese azulado afán que se levanta
hasta las estrellas futuras,
hecho escala de olas
por donde pies divinos descienden al abismo,
también tu forma misma,
ángel, demonio, sueño de un amor soñado,
resume en mí un afán que en otro tiempo levantaba
hasta las nubes sus olas melancólicas.

Sintiendo todavía los pulsos de ese afán,
yo, el más enamorado,
en las orillas del amor,
sin que una luz me vea
definitivamente muerto o vivo,
contemplo sus olas y quisiera anegarme,
deseando perdidamente
descender, como los ángeles aquellos por la escala de espuma,
hasta el fondo del mismo amor que ningún hombre ha visto










Los fantasmas del deseo

A Bernabé Fernández-Canivell
Yo no te conocía, tierra;
con los ojos inertes, la mano aleteante,
lloré todo ciego bajo tu verde sonrisa,
aunque, alentar juvenil, sintiera a veces
un tumulto sediento de postrarse,
como huracán henchido aquí en el pecho;
ignorándote, tierra mía,
ignorando tu alentar, huracán o tumulto,
idénticos en esta melancólica burbuja que yo soy
a quien tu voz de acero inspirara un menudo vivir.

Bien sé ahora que tú eres
quien me dicta esta forma y este ansia;
sé al fin que el mar esbelto,
la enamorada luz, los niños sonrientes,
no son sino tú misma;
que los vivos, los muertos,
el placer y la pena,
la soledad, la amistad,
la miseria, el poderoso estúpido,
el hombre enamorado, el canalla,
son tan dignos de mí como de ellos yo lo soy;
mis brazos, tierra, son ya más anchos, ágiles,
para llevar tu afán que nada satisface.

El amor no tiene esta o aquella forma,
no puede detenerse en criatura alguna;
todas son por igual viles y soñadoras.
Placer que nunca muere
beso que nunca muere,
sólo en ti misma encuentro, tierra mía.
Nimbos de juventud, cabellos rubios o sombríos,
rizosos o lánguidos como una primavera,
sobre cuerpos cobrizos, sobre radiantes cuerpos
que tanto he amado inútilmente,
no es en vosotros donde la vida está, sino en la tierra,
en la tierra que aguarda, aguarda siempre
con sus labios tendidos, con sus brazos abiertos.

Dejadme, dejadme abarcar, ver unos instantes
este mundo divino que ahora es mío,
mío como lo soy yo mismo,
como lo fueron otros cuerpos que estrecharon mis brazos,
como la arena, que al besarla los labios
finge otros labios, dúctiles al deseo,
hasta que el viento lleva sus mentirosos átomos.

Como la arena, tierra,
como la arena misma,
la caricia es mentira, el amor es mentira, la amistad es mentira.
Tú sola quedas con el deseo,
con este deseo que aparenta ser mío y ni siquiera es mío,
sino el deseo de todos,
malvados, inocentes,
enamorados o canallas.

Tierra, tierra y deseo.
Una forma perdida.














No decía palabras,
Acercaba tan sólo un cuerpo interrogante,
Porque ignoraba que el deseo es una pregunta
Cuya respuesta no existe,
Una hoja cuya rama no existe
Un mundo cuyo cielo no existe.


La angustia se abre paso entre los huesos,
Remonta por las venas
Hasta abrirse en la piel,
Surtidores de sueño
Hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.


Un roce al paso,
Una mirada fugaz entre las sombras,
Bastan para que el cuerpo se abra en dos,
Avido de recibír en sí mismo
Otro cuerpo que sueñe;
Mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
Iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.


Aunque sólo sea una esperanza,
Porque el deseo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe.



LAS ACERAS DE ENFRENTE (HOMENAJE A LUIS CERNUDA)

domingo, 14 de marzo de 2010

viernes, 12 de marzo de 2010

Walt Whitman

Pintor:
Tomaso Hernandez
Sala de Arte y Cultura Caja Canaria
9-31marzo-1993- La Laguna Tenerife

Veintiocho muchachos se bañan junto a la orilla del río,
Veintiocho muchachos, y todos tan amigos;
Y ella, con sus veintiocho años de vida femenina, y aún tan sola.

Ella posee la hermosa casa que se levanta en lo alto de la ribera,
Elegante y ricamente ataviada, espía detrás de las persianas.

¿Cuál de los muchachos le gusta más?
¡Ah! el más bruto de todos es su preferido.

¿Dónde vais así, señora?
Aunque permanecéis oculta en vuestro cuarto noto que os sumergís allá, en el agua.

Bailando y riendo, a lo largo del río, llega la vigésimonovena bañista,
Los otros no la ven, pero ella los ve y los ama.

Las barbillas de los chicos relucen empapadas, y el agua chorrea por sus largos cabellos,
Hilos de agua se deslizan por sus cuerpos.

Una mano invisible se pasea sobre sus cuerpos,
Desciende temblorosa de sus sienes a sus pechos.

Los muchachos nadan de espaldas, los blancos vientres se entregan al sol, no preguntan quién los abraza,
Ignoran quién suspira y sobre ellos se inclina pendiente y combada como un arco;
Ni saben a quién salpican cuando se zambullen.

(Walt Whitman, 1819-1892, Hojas de Hierba)

Paul Verlaine


ARIA DE ANTAÑO
"Son joyeux, importum, d'un clavecin sonore"
Petrus Borel
Lucen vagamente las teclas del piano
a la luz del suave crepúsculo rosa,
y bajo los finos dedos de su mano
un aire de antaño canta y se querella
en la diminuta cámara suntuosa
en donde palpitan los perfumes de Ella.
Un plácido ensueño mi espíritu mece
mientras que el teclado sus notas desgrana;
¿por qué me acaricia, por qué me enternece
esa canción dulce, llorosa e incierta
que apaciblemente muere en la ventana
a las tibias auras del jardín abierta...?


*****

EL HOGAR Y LA LÁMPARA DE RESPLANDOR PEQUEÑO...

El hogar y la lámpara de resplandor pequeño;
la frente entre las manos en busca del ensueño;
y los ojos perdidos en los ojos amados;
la hora del té humeante y los libros cerrados;
el dulzor de sentir fenecer la velada,
la adorable fatiga y la espera adorada
de la sombra nupcial y el ensueño amoroso.
¡Oh! ¡Todo esto, mi ensueño lo ha perseguido ansioso,
sin descanso, a través de mil demoras vanas,
impaciente de meses, furioso de semanas!


*****

LAS CONCHAS


Cada concha incrustada
En la gruta donde nos amamos,
Tiene su particularidad.
Una tiene la púrpura de nuestras almas,
Hurtada a la sangre de nuestros corazones,
Cuando yo ardo y tú te inflamas;
Esa otra simula tus languideces
Y tu palidez cuando, cansada,
Me reprochas mis ojos burlones;
Esa de ahí imita la gracia
De tu oreja, y aquella otra
Tu rosada nuca, corta y gruesa;
Pero una, entre todas, es la que me turba.


*****

MI SUEÑO


Sueño a menudo el sueño sencillo y penetrante
de una mujer ignota que adoro y que me adora,
que, siendo igual, es siempre distinta a cada hora
y que las huellas sigue de mi existencia errante.
Se vuelve transparente mi corazón sangrante
para ella, que comprende lo que mi mente añora;
ella me enjuga el llanto del alma cuando llora
y lo perdona todo con su sonrisa amante.
¿Es morena ardorosa? ¿Frágil rubia? Lo ignoro.
¿Su nombre? Lo imagino por lo blando y sonoro,
el de virgen de aquellas que adorando murieron.
Como el de las estatuas es su mirar de suave
y tienen los acordes de su voz, lenta y grave,
un eco de las voces queridas que se fueron...


*****

SERENATA

Como la voz de un muerto que cantara
desde el fondo de su fosa,
amante, escucha subir hasta tu retiro
mi voz agria y falsa.

Abre tu alma y tu oído al son
de mi mandolina:
para ti he hecho, para ti, esta canción
cruel y zalamera.

Cantaré tus ojos de oro y de onix
puros de toda sombra,
cantaré el Leteo de tu seno, luego el
de tus cabellos oscuros.

Como la voz de un muerto que cantara
desde el fondo de su fosa,
amante, escucha subir hasta tu retiro
mi voz agria y falsa.

Después loare mucho, como conviene,
A esta carne bendita
Cuyo perfume opulento evoco
Las noches de insomnio.

Y para acabar cantaré el beso
de tu labio rojo
y tu dulzura al martirizarme,
¡Mi ángel, mi gubia!

Abre tu alma y tu oído al son
de mi mandolina:
para ti he hecho, para ti, esta canción
cruel y zalamera.


*****

TÚ CREES EN EL RON DEL CAFÉ, EN LOS PRESAGIOS...

Tú crees en el ron del café, en los presagios,
y crees en el juego;
yo no creo más que en tus ojos azulados.
Tú crees en los cuentos de hadas, en los días
nefastos y en los sueños;
yo creo solamente en tus bellas mentiras.
Tú crees en un vago y quimérico Dios,
o en un santo especial,
y, para curar males, en alguna oración.
Mas yo creo en las horas azules y rosadas
que tú a mí me procuras
y en voluptuosidades de hermosas noches blancas.
Y tan profunda es mi fe
y tanto eres para mí,
que en todo lo que yo creo
sólo vivo para ti.


*****

CANCIÓN DE OTOÑO

Los sollozos más hondos
del violín del otoño
son igual
que una herida en el alma
de congojas extrañas
sin final.

Tembloroso recuerdo
esta huida del tiempo
que se fue.
Evocando el pasado
y los días lejanos
lloraré.

Este viento se lleva
el ayer de tiniebla
que pasó,
una mala borrasca
que levanta hojarasca
como yo.


*****

GREEN


Te ofrezco entre racimos, verdes gajos y rosas,
mi corazón ingenuo que a tu bondad se humilla;
no quieran destrozarlo tus manos cariñosas,
tus ojos regocije mi dádiva sencilla.
en el jardín umbroso mi cuerpo fatigado
las auras matinales cubrieron de rocío;
como en la paz de un sueño se deslice a tu lado
el fugitivo instante que reposar ansío.
Cuando en mis sienes calme la divina tormenta,
reclinaré, jugando con tus bucles espesos,
sobre tu núbil seno mi frente soñolienta,
sonora con el ritmo de tus últimos besos.


*****

LASITUD


Encantadora mía, ten dulzura, dulzura...
calma un poco, oh fogosa, tu fiebre pasional;
la amante, a veces, debe tener una hora pura
y amarnos con un suave cariño fraternal.
Sé lánguida, acaricia con tu mano mimosa;
yo prefiero al espasmo de la hora violenta
el suspiro y la ingenua mirada luminosa
y una boca que me sepa besar aunque me mienta.
Dices que se desborda tu loco corazón
y que grita en tu sangre la más loca pasión;
deja que clarinee la fiera voluptuosa.

En mi pecho reclina tu cabeza galana;
júrame dulces cosas que olvidarás mañana
Y hasta el alba lloremos, mi pequeña fogosa.


*****

MUJER Y GATA

La sorprendí jugando con su gata,
y contemplar causóme maravilla
la mano blanca con la blanca pata,
de la tarde a la luz que apenas brilla.

¡Como supo esconder la mojigata,
del mitón tras la negra redecilla,
la punta de marfil que juega y mata,
con acerados tintes de cuchilla!

Melindrosa a la par por su compañera
ocultaba también la garra fiera;
y al rodar (abrazadas) por la alfombra,

un sonoro reír cruzó el ambiente
del salón... y brillaron de repente
¡cuatro puntos de fósforo en la sombra!


*****

SOÑÉ CONTIGO ESTA NOCHE...


Soñé contigo esta noche:
Te desfallecías de mil maneras
Y murmurabas tantas cosas...
Y yo, así como se saborea una fruta
Te besaba con toda la boca
Un poco por todas partes, monte, valle, llanura.
Era de una elasticidad,
De un resorte verdaderamente admirable:
Dios... ¡Qué aliento y qué cintura!
Y tú, querida, por tu parte,
Qué cintura, qué aliento y
Qué elasticidad de gacela...
Al despertar fue, en tus brazos,
Pero más aguda y más perfecta,
¡Exactamente la misma fiesta!



*****

MI SUEÑO FAMILIAR


Tengo a veces un sueño extraño y penetrante
de una mujer desconocida a la que amo y que me ama
y que no es, cada vez, en absoluto la misma


Porque ella me comprende, y mi corazón transparente
para ella sol, ¡ay! cesa de ser un problema
para ella sola, y los sudores de mi frente pálica
ella sola los sabe refrescar, llorando


¿Es morena, rubia o pelirroja?. Lo ignoro.
¿Su nombre? Recuerdo que es dulce y sonoro
como los de los amados que la Vida exilia


Su mirada es parecida a la mirada de las estatuas
y, en su voz, lejana, calma y grave, tiene
la inflexión de las voces queridas que se han matado


*****


EN EL BALCÓN


En el balcón las amigas miraban ambas como huían las golondrinas
Una pálida sus cabellos negros como el azabache, la otra rubia
Y sonrosada, su vestido ligero, pálido de desgastado amarillo
Vagamente serpenteaban las nubes en el cielo


Y todos los días, ambas con languideces de asfódelos
Mientras que al cielo se le ensamblaba la luna suave y redonda
Saboreaban a grandes bocanadas la emoción profunda
De la tarde y la felicidad triste de los corazones fieles


Tales sus acuciantes brazos, húmedos, sus talles flexibles
Extraña pareja que arranca la piedad de otras parejas
De tal modo en el balcón soñaban las jóvenes mujeres


Tras ellas al fondo de la habitación rica y sombría
Enfática como un trono de melodramas
Y llena de perfumes la cama vencida se abría entre las sombras


*****


PENSIONISTAS


Una tenía quince años, la otra dieciséis
Y ambas dormían en la misma pequeña habitación
Esto sucedió una sofocante noche de Septiembre
Quebrantables asuntos! Ojiazules y con mejillas de marfil


Para refrescar sus delicados cuerpos, se despojaron
De las exquisitas camisas perfumadas de ámbar
La más joven levantó sus manos inclinándose hacia atrás
Y su amiga, con sus manos en sus pechos, la besó.


Entonces bajó a sus rodillas, y, en un arrebato
Pegó a la pierna de la otra su mejilla, y su boca
Acarició el dorado oro entre las grises sombras


Y durante todo ese tiempo la mas joven contaba
Con sus queridos dedos los prometidos valses
Y sonrojándose, inocentemente sonreía.


*****


ID, PUES, VAGABUNDOS, SIN TREGUA


Id, pues, vagabundos, sin tregua,
errad, funestos y malditos
a lo largo de los abismos y las playas
bajo el ojo cerrado de los paraísos.
(...)


Y nosotros que la derrota nos ha hecho, ay, sobrevivir,
los pies magullados, los ojos turbios, la cabeza pesada,
sangrantes, flojos, deshonrados, cansados,
vamos, penosamente ahogando un lamento sordo.

Pintor:
Tomaso Hernandez
Sala de Arte y Cultura Caja Canaria
9-31marzo-1993- La Laguna Tenerife

Monta sobre mí
como una mujer,
lo haremos “al caballito”.
Bien: ¿estás cómodo?… Así
mientras te penetro -daga

en la manteca- al menos
puedo besarte en la boca,
darte salvajes besos de lengua
sucios y a la vez tan dulces.

Veo tus ojos en los que sumerjo
los míos hasta el fondo de tu corazón:
allí renace mi deseo vencedor
en su lujuria de sueños.

Acaricio la espalda nerviosa,
los flancos ardientes y frescos,
la doble y graciosa peluquita
de los sobacos, y los cabellos.

Tu culo sobre mis muslos
lo penetran con su dulce peso
mientras mi potro se desboca
para que alcances el goce.

Y tú disfrutas, chiquito,
pues veo que tu picha entumecida,
celosa por jugar su papel
apurada, apurada se infla, crece,

se endurece. ¡Cielo!, la gota, la perla
anticipadora acaba de brillar
en el orificio rosa: tragarla,
debo hacerlo pues ya estalla
Monta sobre mi
a la par de mi propio flujo. Es mi precio
poner cuanto antes tu glande
pesado y febril entre mis labios,
y que descargue allí su real marea.

Leche suprema, fosfórica y divina,
fragante flor de almendros
donde una ácida sed mendiga
esa otra sed de ti que me devora.

Rico y generoso, prodigas
el don de tu adolescencia,
y comulgando con tu esencia
mi ser se embriaga de felicidad.


BIOGRAFÍA:



Poeta francés. Considerado el maestro del decadentismo y principal precursor del simbolismo, es, en realidad, el único poeta francés que merece el epíteto de “impresionista” y, junto con Victor Hugo, el mayor poeta lírico francés del s. XIX. En 1851 su familia se instaló en París, donde Verlaine trabajó como escribiente en el ayuntamiento (1864). En 1866 publicó su primer libro, Poemas saturnianos, que revela la influencia de Baudelaire, al que siguieron Fiestas galantes (1869), en el que describe un universo irreal a lo Watteau, y La buena canción(1870).´


Después de una crisis producida por el amor no correspondido que le inspiró su prima Élise Moncomble, halló una efímera estabilidad en su matrimonio con Mathilde Mauté (1870), disuelto a raíz de sus relaciones, a partir de 1871, con Arthur Rimbaud, con quien viajó a Bélgica y a Gran Bretaña (1872-1873). El 10 de julio de 1873, en Bruselas, hirió de bala a Rimbaud, quien le había amenazado con abandonarle. Condenado a dos años de prisión, salió de la cárcel después de recobrar la fe.


Su etapa de madurez se inicia con la publicación de Romanzas sin palabras (1874), que revela una poética nueva, basada en la música del verso, y expresa su desgarramiento, dividido entre Rimbaud y Mathilde. Tras una última riña con Rimbaud en Stuttgart, regresó a Gran Bretaña (1875), donde se dedicó a la enseñanza hasta que regresó a Francia (1877). Después de una recaída en el alcoholismo, volvió a Gran Bretaña con su alumno favorito, Lucien Létinois (1879-1880).


En 1881 publicó Cordura, poemario de inspiración religiosa, y en 1883, tras la muerte de Létinois, llevó en Coulommes una vida escandalosa. De este período data la publicación de Los poetas malditos (1884), en que dio a conocer a Rimbaud, Tristan Corbière y Stéphane Mallarmé, y Antaño y ahora(1884). Tras una nueva estancia en la cárcel por haber intentado estrangular a su madre hallándose bajo los efectos del alcohol, pasó a residir definitivamente en París (1885), donde fue a menudo hospitalizado.


Aparte de obras en prosa, como Mis hospitales (1892), de su producción de esta última etapa destacan algunas obras poéticas de tema religioso (Amor, 1888; Liturgias íntimas, 1892) y de tema erótico (Paralelamente, 1889; Mujeres, 1890;Canciones para ella, 1891; Odas en su honor, 1893; Elegías, 1893; En los limbos, 1894). En sus últimos años gozó de gran prestigio literario (dio conferencias en Bélgica y Gran Bretaña, fue elegido “Príncipe de los poetas” en 1894), lo que contrasta con la miseria y el estado de degradación en que vivía.

Lorca







SONETO GONGORINO EN QUE EL POETA MANDA
A SU AMOR UNA PALOMA

Este pichón del Turia que te mando,
de dulces ojos y de blanca pluma,
sobre laurel de Grecia vierte y suma
llama lenta de amor do estoy parando.
Su cándida virtud, su cuello blando,
en limo doble de caliente espuma,
con un temblor de escarcha, perla y bruma
la ausencia de tu boca está marcando.
Pasa la mano sobre su blancura
y verás qué nevada melodía
esparce en copos sobre tu hermosura.
Así mi corazón de noche y día,
preso en la cárcel del amor oscura,
llora sin verte su melancolía.


Pintora:
Ana de la Puente
Tecnica mixta 190x160cm
Coleccion de la artista
Las Palmas De Gran Canaria







En la luna negra
de los bandoleros,
cantan las espuelas.

Caballito negro.
¿Dónde llevas tu jinete muerto?

...Las duras espuelas
del bandido inmóvil
que perdió las riendas.

Caballito frío.
¡Qué perfume de flor de cuchillo!

En la luna negra
sangraba el costado
de Sierra Morena.

Caballito negro.
¿Dónde llevas tu jinete muerto?

La noche espolea
sus negros ijares
clavándose estrellas.

Caballito frió.
¡Qué perfume de flor de cuchillo!

En la luna negra,
¡un grito! y el cuerno
largo de la hoguera.

Caballito negro.
¿Dónde llevas tu jinete muerto?






Cuando mataron a Lorca,
–porque a Lorca lo mataron–,
el gendarme molestaba a una moza
como campeando un caballo.

Cuando mataron a Lorca,
–porque a Lorca lo mataron–,
sus compatriotas
ni la escudilla ni la cuchara olvidaron.

–Asesinados a la mierda,
Carmen engalanada a la moda
con los vivos se abrazaba
porque con un muerto no se acostaría.

Una conocida gitana
por la chozas deambulaba,
pena sentía por Lorca
a cadáveres la suerte no se acaba.

La vida quedose siendo vida,
y las muecas del hereje,
y los cerdos en su barro amarillo
y tras el corpiño, la rosa.

–Se quedaron la juventud, la vejez,
y los mendigos y los señores,
en la tierra todo se quedó,
sólo Lorca no se quedó.

En una estante polvoriento
haciéndose compañía,
sin creer la muerte de Lorca,
los soldados, Don Quijote.

Que sigan gobernando los ignorantes
y los falsos adivinadores,
pero vives con la esperanza
de los juguetes del Hidalgo.

–En medio de los souvenires del hampa,
levantándose amargamente,
mezclados los trozos de espada gritaban:
¿Dónde estás, Lorca?

A ti ni el sauce ni el olmo
te pasaron por alto
porque eres tan inmortal
como uno de nosotros, como un Don Quijote.

Y cantaron las hierbas del trigo
y trompetearon los zorzales
que no mataron a Lorca
cuando a Lorca lo mataron.
Rolando Alarcón






Arbolé, arbolé
seco y verdé.

La niña del bello rostro
está cogiendo aceituna.
El viento, galán de torres,
la prende por la cintura.
Pasaron cuatro jinetes
sobre jacas andaluzas
con trajes de azul y verde,
con largas capas oscuras.
«Vente a Córdoba, muchacha».
La niña no los escucha.
Pasaron tres torerillos
delgaditos de cintura,
con trajes color naranja
y espadas de plata antigua.
«Vente a Sevilla, muchacha».
La niña no los escucha.
Cuando la tarde se puso
morada, con luz difusa,
pasó un joven que llevaba
rosas y mirtos de luna.
«Vente a Granada, muchacha».
Y la niña no lo escucha.
La niña del bello rostro
sigue cogiendo aceituna,
con el brazo gris del viento
ceñido por la cintura.

Arbolé arbolé
seco y verdé












Las manos de mi cariño
te están bordando una capa
con agremán de alhelies
y con esclavinas de agua.

Cuando fuiste novio mío
por la primavera blanca,
los cascos de tu caballo
cuatro sollozos de plata.

La luna es un pozo chico
las flores no valen nada;
lo que valen son tus brazos
cuando de noche me abrazas.

Tengo los ojos azules,
y el corazoncito igual
que la cresta de la lumbre.

De noche me salgo al campo
y me harto de llorar
de ver que te quiero tanto
y tú no me quieres ná.

La luna es un pozo chico
las flores no valen nada;
lo que valen son tus brazos
cuando de noche me abrazas.

Veinticuatro horas del día,
veinticuatro horas que tiene;
si tuviera veintisiete,
tres horas más te querria.

Este gitano está loco,
loco que le van a atar;
que lo que sueña de noche
quiere que sea verdad.

La luna es un pozo chico
las flores no valen nada;
lo que valen son tus brazos
cuando de noche me abrazas








Y yo que me la lleve al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.

Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toque sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.

Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.








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Solterona 3: (En el piano.)

Madre, llévame a los campos
con la luz de la mañana
a ver abrirse las flores
cuando se mecen las ramas.
Mil flores dicen mil cosas
para mil enamoradas,
y la fuente está contando
lo que el ruiseñor se calla.

Rosita:

Abierta estaba la rosa
con la luz de la mañana;
tan roja de sangre tierna,
que el rocío se alejaba;
tan caliente sobre el tallo,
que la brisa se quemaba;
¡tan alta!, ¡cómo reluce!
¡Abierta estaba!

Solterona 3:

"Sólo en ti pongo mis ojos",
el heliotropo expresaba.
"No te querré mientras viva",
dice la flor de la albahaca.
"Soy tímida", la violeta.
"Soy fría", la rosa blanca.
Dice el jazmín: "Seré fiel";
y el clavel: "¡Apasionada!"

Solterona 2:

El jacinto es la amargura;
el dolor, la pasionaria.

Solterona 1:

El jaramago, el desprecio;
y los lirios, la esperanza.









Amor, amor, que está herido,
herido,
de amor huido.
Herido,
muerto de amor.
Decid a todos que ha sido
el ruiseñor.
Herido,
muerto de amor.

Bisturí de cuatro filos,
garganta rota,
y olvido.
Cógeme la mano, amor,
que vengo muy malherido,
herido,
de amor huido.
Herido,
muerto de amor.










Noche de amor insonme
Noche arriba los dos con luna llena,
yo me puse a llorar y tú reías.
Tu desdén era un dios, las quejas mías
momentos y palomas en cadena.

Noche abajo los dos. Cristal de pena,
llorabas tú por hondas lejanías.
Mi dolor era un grupo de agonías
sobre tu débil corazón de arena.

La aurora nos unió sobre la cama,
las bocas puestas sobre el chorro helado
de una sangre sin fin que se derrama.

Y el sol entró por el balcón cerrado
y el coral de la vida abrió su rama
sobre mi corazón amortajado














Ian Gibson presenta 'Lorca y el mundo gay'